Antonio Banderas, a sus 65: "Hago yoga para estar ágil, corro porque me desata endorfinas y sigo comiendo jamón"

El actor sufrió un ataque al corazón en 2017 que le cambió la vida a nivel físico y mental

Antonio Banderas
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Nacho Viñau

Editor

A sus 65, Antonio Banderas es uno de los actores más internacionales de nuestro país con cuatro décadas profesionales a sus espaldas, con más de 70 premios en su palmarés y una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Y pese a que ha concedido entrevistas a diestro y siniestro a lo largo de su carrera, hay aspectos de su vida que siguen sorprendiendo. 

En una entrevista en el programa Cuarto Milenio, el actor malagueño se abrió en canal y contó cómo fue el proceso que le cambió la vida y que le permitió llevar desde entonces una vida más saludable y consciente. 

El infarto que lo cambió todo (y la aspirina que salvó una vida)

En enero de 2017 Antonio Banderas sufrió un infarto que estuvo a punto de acabar con su vida. Durante la entrevista, el actor lo contó con la naturalidad de quien ha tenido tiempo de digerirlo, pero sin restarle importancia al asunto. "La noche anterior estaba viendo un partido de fútbol. Mi chica tenía dolor de cabeza y no había ninguna pastilla en casa. Fue a un pueblo de al lado, no la encontró en la farmacia y se metió en un supermercado. Cuando fue a pagar, una niña le dijo 'se le ha caído a usted eso' y eran las aspirinas".

Al día siguiente, mientras se preparaba un té, notó un dolor lejano en ambos brazos. Pensó que era por el ejercicio que había hecho en el gimnasio. Luego vino el sudor frío, la sensación de ahogo, el sueño que no te deja abrir los ojos. "Tenía la sensación de irte y lo que te pide el cuerpo es abandonarte, dejarte ir", confesó Banderas. Su pareja, Nicole Kimpel, le dio dos de esas aspirinas que había comprado por casualidad la noche anterior, se las metió debajo de la lengua, y le llevó al hospital. En el hospital le dijeron que esas aspirinas probablemente le habían salvado la vida. 

Cuartomilenio Antonio Banderas

Durante la entrevista, Antonio Banderas explica que hay gente que no tiene tanta suerte, y que mueren fulminados a causa de un infarto, y otros casos en los que hay personas que tienen un infarto, se encuentran mal, pero no enteran de que les ha dado un ataque al corazón. 

Yoga todas las mañanas, 10 kilómetros cada dos días y jamón sin remordimientos

Desde aquel susto, Antonio Banderas ha rediseñado su vida de arriba abajo. Y no solo en lo físico, también en lo mental. Banderas, que se califica como un adicto a la belleza, lloró mucho después de aquella situación, mostrándose muy sensible a todo lo que sucedía en su entorno. 

A nivel físico, Banderas se levanta temprano, hace yoga todas las mañanas y luego sale a correr. No hace maratones ni busca récords, simplemente corre unos 10 kilómetros cada dos o tres días para sentirse en forma. "El ejercicio me centra, me da equilibrio. Es mi forma de resetearme".

El yoga, que practica desde hace años, le ayuda a trabajar con una energía estupenda. "Hago yoga para estar más ágil, corro porque me desata endorfinas", contó con humor. Y luego añadió algo que cualquier español suscribiría sin pensarlo: "El jamón no falta en mi dieta". Porque sí, ha reducido la carne roja, come más pollo y pescado, pero el jamón es innegociable. Y con moderación, no hay problema.

Pero si hay algo que mantiene a Antonio Banderas en forma, no es el yoga ni el running. Es tener proyectos. "Lo que me mantiene en forma es tener proyectos", confesó. Y es que cuando tienes un propósito, cuando te levantas cada mañana con algo que hacer, con algo que te ilusiona, todo lo demás encaja.

Fantasmas, duchas que se encienden solas y cementerios de esclavos

Estando en un programa como Cuarto Milenio, no es extraño que Banderas  hablara también de esas cosas que no caben en ninguna explicación lógica. Por ejemplo, contó que durante el rodaje de la película de Bob Esponja en Savannah, se alojó en un lugar que había sido un cementerio de esclavos. Una noche, estando en la cama, escuchó cómo se conectaba la ducha y se cortaba. Luego otra vez. Se levantó y la ducha estaba mojada. Cuando volvió a meterse en la cama, había goterones en la almohada.

No le dio más vueltas, pero tampoco lo olvidó. Son esas cosas que pasan y que uno prefiere no analizar demasiado. Como esa vez que, tras su infarto, vivió una experiencia singular en el hospital que no supo explicar. 

Fotografías | Cuatro 

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