Es posible que te suene el nombre de Arthur C. Brooks porque se trata de uno de los mayores expertos a nivel mundial en felicidad. Como científico social y profesor de la Universidad de Harvard, ha estudiado qué es necesario para que el éxito nos de felicidad. En su libro más reciente, ‘The Happiness Files’ que ya se ha colado en la lista de más vendidos del New York Times, Brooks plantea una pregunta: “Imagina que tu vida fuera una startup, ¿cómo la dirigirías y moldearías para que tuviera el mayor éxito posible?”. En la respuesta, está en realidad la clave no solo del éxito sino de la propia felicidad.
Trata tu vida como si fuera una startup
Esa felicidad dependerá, como explica el propio experto, de nuestra disposición para tomar riesgos calculados. “Si tratas tu vida de la misma manera que un gran empresario trata una emocionante empresa emergente, tu vida será más feliz, más significativa y más exitosa de lo que sería de otra manera”, asegura en el libro.
Asegura que emprender un nuevo negocio es inherentemente arriesgado y muchos fracasan por el camino. “Pero la valentía y la confianza necesarias para emprender un nuevo proyecto también pueden terminar en una recompensa financiera, un mayor control en la carrera profesional y una satisfacción general si tiene éxito”, señala en su libro Brooks. La misma lógica se aplica fuera del ámbito empresarial, y debemos estar “dispuestos a asumir y gestionar riesgos apropiados en un esfuerzo por construir una vida de recompensas enormes”.
Este consejo encaja con los “nutrientes” que componen su teoría más conocida sobre la felicidad: esta debe ser una combinación de disfrute, satisfacción y significado. El disfrute (que no hay que confundir con el placer momentáneo), implica experiencias que suman personas y recuerdos, no solo estímulos externos y efímeros. La satisfacción surge al alcanzar metas tras habernos esforzado y el significado y propósito, hace referencia a tener metas, una dirección clara y coherencia.
Brooks asegura que la felicidad y el éxito futuro dependen de tu disposición a tomar riesgos bien pensados, igual que lo haría un buen emprendedor. Esos riesgos deben ser meditados porque no todos son buenos. Brooks aconseja evitar los imprudentes y elige aquellos que te asustan porque importan, no porque sean temerarios. Por ejemplo, cambiar de carrera, mudarte, comenzar una relación… Para poder asumir ese riesgo, es imprescindible que antes evaluemos lo que supondría (el coste y los beneficios), que visualicemos todos los posibles resultados y que investiguemos.
De la misma forma en que un emprendedor estudia el mercado antes de lanzar un producto, nosotros estudiaremos nuestro mercado vital antes de saltar. Si los posibles resultados parecen justificar el riesgo, la reflexión podría ayudarte a disipar tus dudas y preocupaciones. “En algunos casos, las probabilidades de fracaso son tan altas y las consecuencias tan nefastas que el acto es imprudente”, escribe Brooks y agrega un truco magnífico para saber si estamos eligiendo bien tras reflexionar: “si suena posible y aterrador a la vez, sabrás que has encontrado lo correcto”, porque no se trata de ser impulsivo sino de gestionar la incertidumbre y a pesar de ella, decidirnos a ponernos en marcha.
Por qué nos cuesta asumir riesgos
Existe algo que nos frena a la hora de asumir riesgos en la vida y es lo que Brooks denomina miedo al arrepentimiento futuro. “Los humanos tenemos una asombrosa capacidad mental para viajar en el tiempo. [...] Podemos imaginarnos en un estado futuro, sintiendo pesar por una decisión que estamos tomando ahora mismo, lo que a su vez afecta esa decisión”. De hecho ese miedo al arrepentimiento impide que asumamos riesgos aunque estos sean potencialmente beneficiosos.
Ese miedo nos lleva a la parálisis del análisis que nos conduce a perder oportunidades. Por eso nos cuesta cambiar de trabajo a pesar de que no estemos bien en él, porque seguimos pensando que “más vale malo conocido que bueno por conocer” como reza el refranero español. Para evitar que nos ocurra, podemos practicar micro-riesgos para ganar confianza, como si dieras pequeños pasos para fortalecer tu músculo del riesgo. Por ejemplo pedir ayuda si eres una persona a la que le cuesta hacerlo, probar una herramienta nueva en el trabajo o hablar con alguien que acabas de conocer de una forma más profunda.
“Si quieres aumentar tu felicidad arriesgándote, debes hacerlo bien, no solo por impulso”, asegura Brooks. “Hacer un plan te permite saborear la persona en la que quieres convertirte: una persona que hace algo difícil por voluntad propia, precisamente porque es difícil”. El truco es pensar como un emprendedor y tratar tu vida como una startup para que ese salto de fe te lleve a obtener recompensas realmente valiosas: amor, disfrute, satisfacción y sentido. En otras palabras, felicidad.
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Fotos | Arthur C. Brooks
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