La primera vez que supe de Adam Grant fue cuando llegó a mis manos su libro ‘Dar y recibir: Por qué ayudar a los demás conduce al éxito’. En él aseguraba que la gratitud y la generosidad eran imprescindibles para el éxito, siempre que estas no se usasen desde la ambición. Cambió la manera en que me relacionaba dentro y fuera del trabajo.
Desde entonces sigo su trabajo que combina la labor pedagógica con la investigación. Es es psicólogo organizacional y profesor en la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, donde ha sido el docente mejor valorado durante varios años consecutivos. Además, ha sido considerado uno de los pensadores de management más influyentes del mundo, uno de los “40 under 40” de Fortune y Joven Líder Global del Foro Económico Mundial. En resumen: es uno de los psicólogos más famosos y reconocidos del mundo.
Si entendemos la inteligencia emocional, entre otras cosas, como la capacidad de gestión emocional -tanto de emociones positivas como de las mal llamadas negativas-, lo que hagas con las emociones más complicadas determinará en parte cuál es tu nivel de inteligencia emocional. Para Adam Grant, hay una frase con la que demostramos que tenemos muy baja inteligencia emocional. Y solo tiene tres palabras: “me haces sentir”.
“Me haces sentir”, la frase con la que responsabilizamos a otros de nuestras emociones
Adam Grant lo explicaba en su podcast ReThinking, en un episodio en el que participó también la psicóloga Susan David, experta en agilidad emocional. En ese podcast reflexionaban sobre la positividad tóxica, pero también sobre las emociones y concretamente sobre cómo una frase puede hacernos renunciar a ellas.
Esta afirmación, que compartió en la red social X el pasado mes de agosto, fue el comienzo de esta conversación que continuaba en el podcast.
Grant afirma que “No juzgo las emociones, pero sí juzgo la forma en que las personas renuncian a controlar sus emociones”, y añadía lo mismo que ya dijo: "Una señal de inteligencia emocional es abandonar la frase 'Me hiciste sentir'". Porque le estás dando a otras personas poder sobre tus emociones. Nadie puede hacerme sentir nada”.
Lo que explica Grant es que existe un espacio entre el estímulo y la respuesta. La respuesta es tuya, aunque el artículo sea de otro. “Tú controlas tu comportamiento, pero yo elijo mis reacciones”, aclarando eso sí de que no habla de relaciones abusivas, sino de vínculos saludables, ya sea amorosos, de amistad, familiares o de trabajo.
No significa que otras personas no influyan en lo que sentimos. Lo hacen. Solo que con la frase “me hiciste sentir”, lo que hacemos es evitar nuestra propia gestión emocional. En lugar de eso, lo que Grant y David proponen es cambiar el “me hiciste sentir” por un sencillo “me siento”.
Los psicólogos puntualizan además algo muy interesante. Susan David sugiere hacer también un sutil cambio en la forma en que piensas acerca de tus emociones. "Si pensamos en el lenguaje que usamos, cuando decimos estoy triste o estoy enfadado, estamos mostrando una fusión lingüística completa entre tú mismo y tu emoción." No hay un espacio entre el estímulo y la respuesta en el que puedas tomar una decisión diferente, por lo que la psicóloga propone cambiar el "Estoy triste" por "Me doy cuenta de que me siento triste".
Las emociones son historias que nos contamos a nosotros mismos para explicar sensaciones físicas y mentales, así que usar el lenguaje para recordar cómo está construido el relato, te ayuda a contar la historia de diferente forma y a gestionar tus emociones de una forma mucho más eficaz y desbordando inteligencia emocional.
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