El fracaso es bueno si lo entendemos como el valor que tiene. No es el camino al éxito sino la oportunidad de aprender. Y digo que no es el camino al éxito porque aunque durante años nos han convencido de que el fracaso era el primer paso hacia el éxito, tendemos a sobreestimar la capacidad de superar un fracaso. El fracaso no es la panacea ni va a conseguir que alcances tus metas.
Como explicaba en la NBC Ryan Sultan, director del Mental Health Informatics Lab de la Universidad de Columbia, debemos aprender que "si hemos fallado en algo, volver a intentarlo no es suficiente". Además, vivir repetidamente en ese fracaso consigue desmotivarnos. En cambio las victorias nos hacen sentir bien. Los logros nos animan a seguir y saber que podemos lograrlo es gasolina para nuestro fuego. Pero esos logros son imposibles sin unos objetivos que estén pensados y trabajados. Lo ideal es usar un método como el “SMART” que nos permita tener objetivos específicos, medibles, alcanzables, realistas y de duración limitada, pero hay algo que es aún más importante y que siempre se nos olvida: pensar en pequeño.
Cómo pensar en pequeño te acerca a tus objetivos
Imagina que este año tu propósito es, por ejemplo, conseguir un trabajo en el que te paguen mejor. Es genérico y si lo dejamos solo ahí, lo que intentaremos es llegar a la meta en un solo paso. En cambio ese objetivo puede aligerarse si pensamos en pequeño y lo dividimos en pequeños pasos. Por ejemplo, el primer paso puede ser hacer un curso de formación en algo relacionado con nuestro trabajo que nos permita ampliar nuestras posibilidades a la hora de encontrar un nuevo trabajo, pero también lo puede ser aprender un nuevo idioma, rehacer nuestro currículum vitae, hacer una carta de presentación o investigar aquellas empresas en las que nos gustaría trabajar y hacer una candidatura espontánea. Todos estos pequeños pasos, nos ayudan a conseguir la meta final.
Además, pensar pequeño puede ayudarnos de otra forma a no abandonar nuestros objetivos, porque hay algo que se nos olvida y es que los objetivos son renegociables y la manera de conseguirlos puede cambiar. No podemos ser inflexibles con nuestro desarrollo personal porque lo único que conseguiremos es alejarnos de los objetivos y sentir que fracasamos una y otra vez. Recuerda que queremos lograrlo, y que sentir que lo estamos consiguiendo es un impulso necesario para mantenernos motivamos, y perdemos de vista el hecho de que las acciones repetidas, incluso si son muy simples, tiene un gran valor a la hora de conseguir nuestros objetivos.
El principio de mejora continuo
James Clear explica en su libro ‘Hábitos atómicos’, que si trabajar para mejorar un 1% al día, los resultados a largo plazo serán magníficos por el llamado principio de mejora continuo que también explora la psicóloga María Martínez en su libro ‘Vivir en modo kaizen’. Si realizamos pequeñas mejoras de forma continua a lo largo del tiempo, estas pueden conducir a cambios importantes a largo plazo. Es decir, en lugar de pensar en grande, la clave es pensar en pequeño y no dejar de avanzar, por muy poco que lo hagamos.
Te pongo un ejemplo sencillísimo para que lo entiendas. Empieza el año y el objetivo es ponerte en forma así, que divides ese objetivo en pequeñas metas alcanzables, como puede ser ir a dos clases de pilates a la semana e ir tres días al gimnasio a hacer ejercicios de fuerza. Hasta aquí todo bien. Comienzas motivadísima pero llega marzo y te coges vacaciones para ir a ver a tu familia. Como teletrabajas, decides quedar dos meses con tus padres y ese objetivo de ponerte en forma se diluye por completo porque pasas de 100 a cero en un abrir y cerrar de ojos. En lugar de dejarlo por completo, puedes reducir los pasos.
¿Y si en lugar de dejar de hacer deporte, reduces los pasos? Puedes salir a dar un paseo diario antes de trabajar o hacer ejercicios en casa con una esterilla. La constancia es más importante que el estándar de cada paso. Es decir, es mejor que los pasos sean minúsculos pero que sigamos dándolos. Es mejor un paso de 30 minutos que nada.
Si buscas conseguir un objetivo, piensa en pequeño. Divide lo que necesitas hacer en pequeñas tareas que sean alcanzables para celebrar cada día un logro y repítelas. Encadena esos logros pero no pares. Es la única forma de llegar a un destino. Seguir caminando hacia él, aunque solo sea un pequeño paso al día.
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