Dan Buettner, experto en longevidad: "La gente centenaria de las 'zonas azules' no hace yoga, pilates ni Crossfit: solo caminan"

En las zonas azules, donde hay una esperanza de vida diez años mayor que en el resto del mundo, la gente nunca va al gimnasio

Dan Buettner
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Nacho Viñau

Editor

Cuando pensamos en mantenernos en forma para frenar los efectos del envejecimiento, solemos imaginarnos en gimnasios, en clases de yoga, en sesiones de CrossFit, en carreras por el parque más cercano... Un escenario habitual en revistas de fitness y en redes sociales. 

Mientras tanto, en lugares como Okinawa, Cerdeña o la península de Nicoya, hay personas que superan el siglo de vida sin haber pisado nunca un gimnasio. Sin pesas rusas, sin clases dirigidas, sin apps de entrenamiento... Simplemente hacen su día a día. 

La clave para la longevidad está en caminar, no en matarse en el gimnasio

Dan Buettner, el periodista, experto en longevidad y explorador de National Geographic  ha dedicado más de veinte años a estudiar las zonas con más personas centenarias del planeta (conocidas como Zonas Azules). Y ha llegado a la conclusión de que además de mantener una alimentación saludable, las personas que viven en estas zonas no protagonizan entrenamientos como los que tenemos la mayor parte de los occidentales. Según este experto, "la gente de las Zonas Azules no hace  yoga, pilates ni Crossfit ni van al gym… simplemente caminan".  

"Nos han vendido la idea de que hacer yoga, pilates, crossfit o ir al gimnasio es la receta para conseguir un cuerpo más saludable", explica Buettner en uno de sus videos en Instagram. "Pero en las zonas azules, donde hay una esperanza de vida diez años mayor que en el resto del mundo, la gente nunca va al gimnasio".

La clave a la longevidad (o al menos, una de ellas) está en algo básico que todos tenemos al alcance de la mano: las personas que viven más de cien años con salud plena no entrenan. Caminan. Probablemente unas dos horas al día, repartidas en diferentes momentos. Sin forzar, sin cronómetro, sin registrar nada en ninguna aplicación. "Ese parece ser el ejercicio antiinflamatorio que alimenta sus cuerpos pasados los 50 e incluso hasta más allá de los cien años", explica el experto en longevidad.

Y no es que las personas que viven en las zonas azules hayan decidido conscientemente caminar para vivir más, tal y como hacemos la mayor parte de los occidentales. Es que su entorno les obliga a moverse. Van andando a comprar el pan, visitan a los vecinos a pie, cuidan sus huertos, suben escaleras porque no hay ascensor. El movimiento no es un paréntesis en su día a día: es su día a día.

En una entrevista reciente en el podcast "1000 Hours Outside", Buettner lo dejó todavía más claro: "La gente de las zonas azules obtiene su actividad física no desde clases de yoga o crossfit o levantando pesas o corriendo triatlones. En cambio, cada vez que van al trabajo o a casa de un amigo o a comer fuera, tienen que caminar".

El problema de las sociedades modernas: hemos eliminado el movimiento

Mientras en Ikaria o en Nicoya caminar es inevitable, nuestras ciudades han sido diseñadas para impedir llevar ese ritmo de vida. Coches para ir a todas partes, ascensores y escaleras mecánicas en lugar de las escaleras de siempre, comida a domicilio con un solo clic, o jornadas de trabajo donde donde pasamos como poco ocho horas sentados sin apenas levantarnos.  

Y luego intentamos compensarlo, en el mejor de los casos, con una hora de entrenamiento al final del día o andando los 7.000 pasos mínimos que la ciencia dice que hay que dar para estar saludables. Pero según Buettner, esa no es la solución. O al menos, no es tan eficaz como repartir el movimiento a lo largo de toda la jornada, tal y como hacen los habitantes de las zonas azules.

"Calculo que se mueven cada 20 minutos más o menos, pero de forma inconsciente", señala  Buettner. "Probablemente mantienen su metabolismo más activo y queman más calorías que alguien que trabaja todo el día en su escritorio y luego va a ir al gimnasio al final del día. Pero es que, además, la mayoría de la gente no va al gimnasio al final del día como dice o cree que va a hacer".

No es solo caminar: es el cómo

Lo interesante del planteamiento de Buettner no es solo que caminar sea suficiente, sino que el contexto importa. Estos centenarios no caminan en cintas con una pantalla delante. Caminan por paisajes reales, con pendientes, con sol, con aire fresco. Socializan mientras lo hacen. Y caminan con un propósito, que no es adelgazar o mantenerse en forma: su propósito es comprar algo, visitar a alguien o ir a trabajar al huerto.

En el podcast "ZOE Science & Nutrition", el investigador insistió en esta idea: "No tienen gimnasios ni máquinas de entrenamiento, pero caminan, cuidan huertos, suben escaleras o amasan pan con las manos". 

Dan Buettener @danbuettner

¿Y el entrenamiento de fuerza? ¿Y el cardio intenso?

Aquí es donde las cosas se complican un poco. Porque Buettner no dice que el yoga o el crossfit o levantar pesas sean malos. De hecho, él mismo practica yoga algunas mañanas y hace pesas dos o tres veces por semana con su hijo.

Lo que dice es que solo haciendo eso, no conseguiremos ser longevos. La clave está en integrar el ejercicio programado en una vida activa donde estemos en continuo movimiento de forma natural. Al final, lo que Buettner defiende es un cambio de enfoque. Dejar de ver el ejercicio como algo que hay que forzar, programar y sufrir, y empezar a verlo como algo que puede fluir de manera natural si creamos las condiciones adecuadas.

Los habitantes de las zonas azules no se levantan pensando "hoy tengo que hacer ejercicio". Se levantan y viven de una manera que les obliga a moverse sin pensarlo. Y esa diferencia, aparentemente sutil, marca toda la diferencia, según este experto. 

Fotografías | Facebook de Dan Buettner 

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