La primera clase de yoga a la que fui me dejó un tanto desconcertada. Me coloqué en la fila de atrás, un lugar donde no dar demasiado el cante, e intenté seguir como pude todos los ejercicios de la sesión. No te voy a engañar, me miraba a través de ese espejo grande, repitiendo las posturas de la instructora y, al principio, se parecían bien poco. Cinco sesiones después, ya le había cogido más el gusto a eso de los estiramientos y la respiración consciente, aunque aún persistía una duda, ¿qué estoy entrenando exactamente en estas clases?
Que si cardio, que si fuerza. Mira, cuando una intenta volver a la vida fitness, a veces no sabe muy bien lo que está haciendo. En el caso del yoga, resulta un tanto dudoso. Salimos de las sesiones sudando y con los músculos un tanto fatigados, ¿significa que hemos hecho un entrenamiento de fuerza? Nuestras pulsaciones están aceleradas, ¿hemos mejorado nuestra resistencia a base de ejercicios cardiovasculares? Pues las dos respuestas son correctas.
¿Cómo sabemos si estamos entrenando fuerza?
Si pensamos en ejercicios de fuerza, inmediatamente se nos viene a la cabeza la imagen de las pesas. Efectivamente, son entrenamientos de fuerza en lo que se tonifican los músculos, pero hay vida más allá del peso muerto y los circuitos de halterofilia. De hecho, el yoga destaca por su papel a la hora de fortalecer los músculos de nuestro cuerpo. Algo que, si nos paramos a pensar, tiene bastante sentido, ya que éstos se contraen al ejecutar determinados movimientos.
Basta con que nos fijemos en ciertas asanas en las que nuestra musculatura hace fuerza para mantener el equilibrio, sosteniendo el peso de nuestro cuerpo. Por muy light que pueda parecer esta disciplina, hasta que la practicas no te das cuenta del esfuerzo que están llevando a cabo los músculos de tu cuerpo. ¿Estás cansada tras una clase de yoga? Es completamente normal.
¿Qué ocurre en el caso de la resistencia?
Hacer cardio, o trabajar la resistencia de nuestro cuerpo, no es otra cosa que contraer de forma repetida los músculos del mismo. No hemos de olvidar que estamos sometiendo a nuestros músculos a una carga muy importante, que no son las pesas ni una máquina del gimnasio, sino todo nuestro peso. Esa sensación de cierto agotamiento que experimentamos tras una carrera, una sesión de natación o de bicicleta, se debe a que cuanto más rápido ejecutamos esas contracciones musculares para hacer cualquiera de estas actividades, más se eleva nuestra frecuencia cardiaca. Ocurre con el yoga y ocurre con el running, aunque, evidentemente, a diferentes niveles.
En el yoga, nosotras ejecutamos las posturas que se nos van indicando y las mantenemos durante un tiempo determinado, contrayendo los músculos para poder aguantar en dicha asana. Nuestra musculatura está haciendo fuerza y tras la clase notaremos como nuestras pulsaciones se han elevado, eso sí, está claro que si buscamos trabajar la resistencia de nuestro cuerpo, el yoga quizás no debería ser nuestra primera opción. También hay que tener en cuenta que, si queremos notar un cambio muy evidente en la musculatura de nuestro cuerpo, es mejor recurrir a circuitos de ejercicios específicos para ello.
Mientras tanto, si estás adentrándote en la vida fitness y quieres probar con el yoga, ten paciencia en las primeras sesiones. ¡Ya verás como le coges el gusto! No se trata del entrenamiento más sacrificado del mundo, pero tampoco es tan sencillo. ¿Lo mejor?, que la elasticidad en tu cuerpo aumentará en tiempo récord y tus músculos estarán más tonificados. Además, luego puedes ir combinándolo con otros deportes.
Fotos | Pavel Danilyuk en Pexels, Elina Fairytale en Pexels
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