Lo que antes era lujo ahora es caos, y los aeropuertos se enfrentan al colapso en la exclusividad de un servicio que ya no lo es: las salas VIP

Porque cuando todos son VIP, la experiencia deja de serlo

Seyed Amir Mohammad Tabatabaee Ne Gpbdsmea Unsplash
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Joel Calata

Editor

Lo que antes se vendía como un lujo reservado para unos pocos ahora está derivando en una pequeña crisis de congestión y frustración en los aeropuertos de medio mundo. Las salas VIP, esos remansos de paz, bebidas gratis y sillones mullidos que se prometían como el oasis exclusivo antes de un vuelo, se han convertido en espacios a menudo atestados, repletos de viajeros y con la sensación de que "todo el mundo menos yo" está intentando colarse a toda costa. 

El fenómeno no es una impresión aislada ni una queja de foros esporádica: la explosión de acceso derivado de programas de fidelización y tarjetas premium ha hecho que el concepto de exclusividad se diluya rápidamente.

Hasta hace no tanto, entrar en una sala VIP era señal de un estatus claro: clases business o primera, miembros de élite de aerolíneas o cuentas bancarias con suficientes ceros. Hoy en día ese umbral se ha desplazado, y no siempre para bien. 

Programas como Priority Pass permiten a millones de usuarios acceder a más de 1.800 salas en todo el mundo, muchas de ellas anexas a tarjetas de crédito que no requieren volar en clase superior, lo que sin duda democratiza la experiencia pero también juega en contra de esa sensación de "privilegio" que otrora caracterizaba estos espacios.

El problema real, como explican expertos del sector, es que el volumen de viajeros que quieren usar las salas VIP ha crecido más rápido que la capacidad de estas para absorberlos de forma cómoda. El resultado es una paradoja evidente: cuanto más accesibles se vuelven estos espacios, menos "VIP" se sienten

Las colas para entrar, el espacio compartido con demasiadas personas al mismo tiempo y la competencia por un enchufe o un canapé decente son ahora parte del paisaje habitual en muchos aeropuertos, especialmente en hubs internacionales con altísimo tráfico.

Este cambio ha generado una respuesta mixta entre los viajeros. Por un lado, hay quien celebra que servicios antes exclusivos sean ahora asequibles para más gente; por otro, son cada vez más frecuentes las quejas de quienes sienten que han perdido el atractivo original de estos espacios. En plataformas de viajeros habituales se leen anécdotas de salas tan llenas que parecen más una sala de espera premium que un refugio tranquilo, con comentarios que cuestionan si merece la pena siquiera intentarlo durante horas punta. 

Al respecto, la industria está empezando a reaccionar y a replantearse cómo gestionar esta saturación. Algunos operadores están introduciendo sistemas de reserva anticipada para garantizar el acceso, mientras otros exploran la diversificación de espacios con formatos más pequeños o especializados para distintos tipos de usuarios. 

También hay iniciativas para priorizar la experiencia ofreciendo servicios todavía más selectivos a segmentos premium, aunque esto abre el debate de si se vuelve a crear una barrera aún mayor entre quien puede y no puede acceder a la verdadera exclusividad.

En definitiva, la transformación de las salas VIP es un reflejo de cómo evoluciona el propio concepto de viaje: el lujo ya no es únicamente cuestión de clase o precio, sino de experiencia, y con tantos viajeros buscando comodidad en tierra como en el aire, la industria debe replantear qué significa hoy en día un "servicio exclusivo" en un mundo donde cada vez más personas pretenden sentirse VIP. 

Foto de Seyed Amir Mohammad Tabatabaee en Unsplash

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