Es verano y los mejores calabacines del año esperan en la frutería para elaborar recetas de lo más variadas con esta verdura tan versátil. Como, por ejemplo, esta versión del Rösti, uno de los platos más típicos de la cocina suiza, pero con calabacín. Es una receta muy simple, pero requiere de un poco de maña a la hora de montar el plato. Además, es supersaludable porque la gracia de la receta es que está formada prácticamente solo por la verdura. Al igual que el tradicional de patata, este rösti de calabacín puede servirse como guarnición de carnes, pescados o platos vegetarianos, aunque también puede ser un buen primer plato de cualquier menú. Y, como ración única incluso sirve para una cena ligera pero bien saciante.
Empezamos lavando y secando bien los calabacines. Estos deberían pesar un poco más de 500 gramos entre los dos para que nos quede, aproximadamente, esa cantidad cuando los rallemos. también cortamos apurando mucho la punta y rallamos con un rallador grueso o usando una mandolina o procesador adecuado.
Después, mezclamos con una buena pizca de sal y colocamos en un colador. Dejamos reposar 30 minutos y volvemos a remover y disponer en un paño limpio. A continuación, formamos un hatillo estrujando muy bien el calabacín y empezamos a escurrir apretando todo lo posible. Empezará, entonces, a soltar mucha agua y el objetivo es extraer toda la que podamos.
Calentamos un poco de aceite de oliva en una sartén de unos 18 cm de diámetro, preferiblemente de fondo grueso y antiadherente. Echamos el calabacín y, si queremos, semillas de alcaravea también. Salteamos un poco y empezamos a darle forma de tortilla, compactando el calabacín. Debe quedar con un grosor de un dedo.
Cocinamos a fuego medio-bajo durante unos 15 minutos y con cuidado de que no se queme. Tenemos que comprobar que no se ha pegado pasando por debajo una espátula fina sin levantar la masa. Damos la vuelta colocando un plato sobre la sartén y doramos el otro lado.
Esto requiere un poco de maña pero tampoco pasa nada si se nos desmonta un poco. Lo verdaderamente importante es que se forme una capa exterior más dorada y algo crujiente, con el interior jugoso. Continuamos la cocción, volviendo a darle la vuelta si fuera necesario, hasta que quede a nuestro gusto.
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