Cada vez hay más variedad de productos en los que aparece la palabra “protein” o “proteínas”, en letras llamativas, como las barras de proteínas que se ajustan tan bien a esas estrategia de marketing que hacen que las compremos. Funcionan. Vaya si funcionan. El mercado global de barritas de proteínas ha experimentado un crecimiento significativo en los últimos años. Según un informe de IMARC Group, alcanzó los 3.800 millones de dólares en 2024. El problema es que ni te ayudan a construir músculo, ni son tan sanas como parecen.
Nos lo ponen tan fácil que caer en ellas es lo más natural. El lema de venta de estas barritas es claro: toma tu dosis de proteína de forma fácil, rápida y rica. Es un shoot de proteínas que en cuatro bocados, nos promete aportar hasta 30 gramos con un sabor muy agradable. Fácil de transportar, fácil de comer y hasta fácil de comprar porque muchos gimnasios (como el mío que es uno de barrio), tienen máquinas expendedoras donde las venden. Terminas el entreno, metes un par de monedas y en el camino a la ducha ya te has comido (supuestamente) 30 proteínas más.
El hecho de que hayan ganado tanta popularidad se debe al formato y la gran variedad que hay y, por qué no, a esa obsesión que tenemos de quererlo todo ya. La cultura de la inmediatez unida a una vida en la que no tenemos tiempo ni para pensar en comer, es la solución más rápida si buscamos un aporte proteico extra a nuestra dieta. No tienes que ir al supermercado, cocinar ni siquiera limpiar después. No hay ni que pensar, solo deglutir, y además están tan buenas que parecen una golosina.
Lo que nos venden Vs. lo que realmente aportan. Un reciente análisis publicado en la revista Nature y realizado sobre 1641 barritas, quiso averiguar la realidad sobre la calidad de las proteínas que contienen, usando datos de OpenFoodFacts.org y considerando diferentes fuentes proteicas: solo vegetales (guisante y arroz), solo animales (proteínas lácteas), mixtas (animal y vegetal) y mixtas con colágeno. El 81% tenían suficiente proteína para ser etiquetada como "alta en proteína", pero la digestibilidad de las proteínas se redujo drásticamente hasta un 47% en comparación con las mismas proteínas en su forma pura. Es decir, tiene proteína, pero no se absorbe tanta como creemos.
Aunque muchas barritas presumen de contener 20 o 30 gramos de proteína, pero sobre el papel. Es la cantidad total, pero no la que absorbemos porque aquí entra la biodisponibilidad, lo que nuestro cuerpo puede digerir, absorber y utilizar de forma efectiva. Esa barrita que dice tener 30 gramos de proteína puede estar dándote, en la práctica, solo 10 o 15 gramos útiles. El procesamiento es clave en esa biodisponibilidad, pero también el origen de la proteína. El estudio asegura que la barra de proteína láctea fue la que mayor puntuación obtenía, pero seguía siendo baja en comparación con la proteína aislada y no procesada.
No es la primera vez que un alimento resulta no ser lo que parece. Fijémonos, por ejemplo, en los smoothies que podemos comprar en ciertas cadenas de cafeterías. Es un producto con un marketing brutal y muy aesthetic, perfecto para colgar en Instagram bajo el hashtag #healthylife. Sin embargo, los expertos no opinan que sean tan sanos porque “suelen utilizarse siropes o azúcar para dar un sabor más agradable al producto” y sus tamaños exagerados “hacen que se disparen las calorías y la cantidad de azúcar”. Con las barritas ocurre lo mismo.
Más razones para desconfiar. El hecho de que se publiciten 30 gramos de proteínas de los que solo obtendremos 10 gramos, no es lo único que nos escama de este tipo de productos. Lo primero y más importante: son ultraprocesados. Gabriela Gottau, nutricionista de Vitónica, nos explica que “se sabe que los alimentos ultraprocesados poseen un perfil nutricional inferior a aquellos con menor grado de procesamiento” y su consumo se relaciona con hasta 32 enfermedades diferentes.
Lo segundo que debería hacernos desconfiar es la larga lista de ingredientes (en la que no faltan aditivos) para fomentar esa alta palatabilidad que garantiza un mayor consumo. Para lograr ese sabor y textura, las marcas recurren a ingredientes de dudosa calidad, edulcorantes artificiales, aceites refinados, aromas y una lista de componentes más propia de un experimento de laboratorio que de algo que llevarnos a la boca con total calma.
Entonces, ¿hay alternativas mejores? Sí: la comida real. Si lo que buscas es una fuente portátil de proteína, solo tienes que comer alimentos que contengan proteínas, como los frutos secos naturales o tostados, que además de proteínas aportan grasas saludables, micronutrientes y se transportan tan bien como una barrita. También podemos comer huevos cocidos, que pueden transportarse y tienen proteína completa, o algún snack de legumbres que podemos hacer en casa.
También puedes hacerlas en casa. No tendrán el sabor de una barrita de “Chocolate Chip Cookie Dough”, pero tampoco llevarán seis tipos de conservantes ni los otros mil ingredientes que salen en las etiquetas de las industriales.
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