Instagram vs. realidad: cuatro cosas del Primavera Sound que no son como las ves en las redes sociales

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Aunque son muchos los que sueñan con poder ir, algún día, al Coachella o al Burning Man, no hace falta irse tan lejos para disfrutar de la experiencia social que son los  festivales de música. De hecho, España es uno de los destinos preferidos para acudir a este tipo de eventos. La prueba es que la asistencia crece de manera exponencial: un 70% anual en los últimos tres años. De todos ellos, el más concurrido es el Primavera Sound, al que este año han asistido 400.000 personas. una maravilla para las arcas de las organización y para el FOMO colectivo pero ¿para los asistentes?

Rosalía o tu vecina del quinto

Un festival no es solo una programación de conciertos, un entorno "instagrameable" es una parte muy importante de la experiencia. Esto incluye: decoración, pulseras, comida, gente guapa... Y, aunque, descubrir nuevos grupos también es parte de su atractivo, cualquiera que haya asistido a un festival sabe que, normalmente, no es el mejor de los escenarios para disfrutar de tu cantante favorito.

Festivales como el Primavera Sound ofrecen oportunidades únicas de ver a artistas pequeños que, de otra forma, nunca pasarían por España. Sin embargo, cuanto mayor es el interés que genera un concierto, peor es la calidad de la experiencia. Todavía recuerdo cuando solo pude escuchar a Amy Winehouse distorsionada desde fuera de la carpa en la que actuó en el FIB del año 2007 o cuando vi a Rosalía en el Primavera Sound de 2019.

 

Aunque, bueno, lo de "ver" es un decir. Entre yo y el escenario se interponía tal marea de personas que la catalana se veía pequeña inluso en la pantalla. Durante todo el espectáculo tuve la sensación de que aquella podía ser lo mismo la Motomami o mi vecina del quinto. De hecho, no me enteré de que James Blake se había subido en persona a cantar con ella Barefoot in the Park hasta que no lo vi después en las redes.

Estar en primera fila: deporte de riesgo

Sin embargo, y aunque resulte paradójico, peor aún puede ser tener buenas vistas desde las primeras filas. Sobre todo, cuando hablamos de un cabeza de cartel o de un grupo de que genere interés masivo. La expresión "estar como sardinas en lata" se queda corta para describirlo. Hablamos de estar cuerpo a cuerpo con completos desconocidos y que el sudor sea el menor de tus problemas.

Puedes llegar a temer por tu vida. Cuando vi desde las primeras filas a Arctic Monkey en el FIB del año 2007 no tuve el control sobre mi cuerpo desde que empezaron a sonar los primeros acordes hasta que terminaron los últimos. Pasé a formar parte de un sándwich humano y estuve completamente a merced del movimiento de la masa. No solo era agobiante sino que era consciente del grave peligro que corría si había una estampida o si pasaba cualquier cosa.

Es algo similar a lo que relató otro asistente al Primavera Sound de la edición de 2022 que describió en Twitter lo siguiente: “Acabo de vivir una situación peligrosa en el escenario principal. No podríamos movernos y estábamos presionados. Tuve que saltar la puerta de la sección VIP para salir”.

Carrera de obstáculos

Mucho te tiene que gustar la gente para poder aguantar durante tantas horas tal alta concentración de personas. A cada movimiento que intentas realizar, hay alguien obstaculizándotelo. Y, a su vez, tú estás siendo el obstaculo de otro. Es como entrar en un Primark un sábado por la tarde pero multiplicado por cien. Se soporta con gusto durante la primera media hora pero la fatiga se va acumulando y el cansacio te lo va haciendo menos tolerable y menos tolerante...

Como ejemplo puedo contar que yo abandoné la jornada del sábado del Primavera Sound de 2019 muy prematuramente por el agobio de no poder dar un solo paso sin tropezar con alguien. El alivió que sentí al alejarme del recinto y recuperar mi espacio personal pesó más que el precio de la entrada. A día de hoy sigo sin arrepentirme de aquella decisión y, de hecho, no solo lo volvería a hacer sino que antes. Aquella noche acepté que las multitudes no son para todo el mundo o, al menos, para mí.

ps @44soy44 y @hipersonicaig

El arte de hacer cola

Tener sed se paga caro en un festival. No solo literalmente, también con tu tiempo de vida y paciencia. Avanzar hasta primera linea de barra y que, una vez allí, el camarero te bendiga con el turno puede llegar a durar tanto como el set de un artista. Además de que, evidentemente, no son colas ordenadas y civilizadas sino que tienen una vibra low key de salvese quien pueda zombi.

"He esperado 45 minutos para comprar una bebida y solo he avanzado un metro", twitteó desde el Parc del Fòrum en la edición de 2022 el usuario @44soy44. Acompañaba la queja de un vídeo en el se veía tal marabunta de gente frente a los stands de bebida que parecía que se tratase de un escenario más del festival.

Aunque la lista podría seguir con la mala cobertura e incomunicación que resulta de tener tantos móviles reunidos en el mismo espacio o de la odisea que puede ser volver a casa cuando todo el mundo también quiere meterse al metro o un taxi... para muchos, la experiencia festivalera sigue siendo lo mejor de la llegada del buen tiempo. Solo hay que valer para ello. No es mi caso.

Foto de portada | Primavera Sound y hipersonicaig

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