Queremos que nuestros hijos sean valientes, que se conviertan en los triunfadores del futuro. También queremos que sean resilientes, esa palabra tan de moda últimamente y que desarrollen inteligencia emocional. Sin embargo, hay una frase recurrente que usan los padres sin darse cuenta y que puede poner en riesgo todo esto.
“No tengas miedo”, les decimos a los niños cuando están asustados por algo. Sin embargo, la valentía sólo aparece cuando se tiene miedo. Varios expertos en crianza y psicólogos infantiles están de acuerdo con que esta frase debería desaparecer de tu vocabulario si quieres que tu hijo tenga inteligencia emocional.
Por qué es un error decirle a tu hijo “no tengas miedo”
Cuando le decimos a nuestro hijo “no tengas miedo” estamos señalando algunas de las emociones que siente como negativas. Emociones que el niño aprende que no debería tener y que posteriormente rechazará. No aprende que todas las emociones tienen su sitio (hasta las que denominamos erróneamente como malas), lo que aprende es que las que le hacen sentir malestar, no deberían tener cabida.
En el caso del miedo, y según explica la psicóloga infantil Blanca Torres en el curso ‘Miedo en la infancia’, “para empezar a comprender los miedos, lo primero que tenemos que hacer es dejar de negarlos”, algo que hacemos con esa sencilla frase. Cuando decimos no tengas miedo, estamos negando o rechazando esa emoción. Haciéndola menos válida. Además, al tratarse de una emoción que le hace sentir mal, no conseguiremos calmar su ansiedad al experimentarla.
Si pensamos en la emoción como algo que no elegimos tener, y le decimos a nuestro hijo que deje de sentirse así, lo que hacemos no es ayudarle a gestionar esa emoción, sino presionarle y generar que se sienta incomprendido. “Sentirá que no entendemos la emoción que tiene, por lo que estará a solas con ella", explica la experta. De hecho lo que conseguimos al decirle que no tenga miedo es eliminar ese espacio seguro en el que el niño puede expresar sus emociones sin que se sienta juzgado por ello, como explica el Dr. Estanislao Bachrach.
Además de invalidar esa emoción, lo que podemos conseguir es reducir la confianza en sí mismo que tiene ese niño para enfrentarse a sus problemas. Pensemos que un niño pequeño no usa la lógica del pensamiento como un adulto, por lo que aprende de manera automática e inconsciente que no está bien tener miedo, que no es algo normal y que es algo que debe ocultar. Evidentemente tampoco solucionamos el problema porque estamos diciendo al niño que no sienta eso que siente, y además le culpamos por tenerla porque le damos a entender que es algo negativo.
La doctora Graciela Moreschi, médica psiquiatra explicó a Infobae que, “por lo general, las emociones reprimidas son todas las que uno no puede aceptar porque son negativas. Las calla debido a que tiene miedo de quedar mal, teme la reacción del otro, dejar de ser querido, o posee la fantasía que si las expresa ‘destruiría’ a la otra persona”, y es en la infancia donde se desarrolla este comportamiento aprendido.
Qué podemos decir a nuestro hijo en lugar de “no tengas miedo”
En lugar de sentenciar con un “no tengas miedo”, Torres recomienda validar la emoción con un sencillo “entiendo que tengas miedo”. Ahora vamos a normalizar la situación, dotándola de naturalidad con un “es normal que te sientas así”. También es bueno explicarle esa emoción, especialmente si aún no la comprende demasiado, para que la pueda identificar en el futuro como recomendaba el psicólogo y Doctor en Educación Rafael Guerrero en su libro ‘Educación emocional y apego’.
Cuando consigues que los niños aprendan que expresar sus emociones en lugar de bloquear nuestras emociones, rechazarlas e intentar negarlas, estás desarrollando su inteligencia emocional, clave para su futuro. Que el niño comience a entender qué mensaje quiere transmitir esa emoción, analizar de dónde proviene y actuar de forma constructiva, es mucho mejor que reprimirlas y no saber qué hacer con ellas.
Aceptar el miedo como algo natural es importante. Y no solo en los niños, también en nosotros. Es necesario que todas las emociones se normalicen y se conviertan en parte de nuestro día a día también para nosotros como adultos. Así el niño verá en nosotros la mejor manera de gestionar sus propias emociones.
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