El término “altas capacidades” ha evolucionado mucho a lo largo de los años. Los primeros estudios lo asociaban con un alto rendimiento académico como explica AEST y después, con un elevado Cociente Intelectual (CI). Ahora hablamos de altas capacidades para referirnos a “una inteligencia superior a la media, un potencial para desarrollar, una forma de aprender y de sentir diferente, y un desarrollo asincrónico”, según los expertos.
No todo es tan bueno como parece cuando se tienen altas capacidades. Existen dificultades. Por ejemplo, desde niños no siempre reciben una educación adaptada y cuando son adultos pueden tener ciertas dificultades como caer en la trampa de la inteligencia. Además, hay una cualidad presente en muchas personas con altas capacidades que les afecta a nivel emocional y que puede acarrear algunos problemas como explica Amelia Arenas Castro, psicóloga experta en Altas Capacidades y especializada en infancia, adolescencia, juventud y familias.
Emociones intensas y altas capacidades
Las Altas Capacidades no solo se manifiestan en lo intelectual, también a nivel emocional. Hay muchos perfiles con altas capacidades que presentan lo que en psicología se conoce como sobreexcitabilidad emocional. No es un indicador de alta capacidad intelectual ni sirve para detectarla. Tampoco está presente en todos los casos pero según explica Arenas en su canal de divulgación de YouTube, hay muchos niños y niñas con Altas Capacidades que presentan lo que se conoce como emociones intensas o sobreexcitabilidad emocional, lo que significa que “se frustran, se enfadan o sienten las cosas con una profundidad que nos sorprende”.
En los niños, según Arenas, “desde fuera se cree que por ser inteligentes deberían saber gestionar todas esas emociones, pero la realidad es otra. Su capacidad intelectual va muy por delante, pero su madurez emocional sigue el ritmo de su edad o incluso se ve desbordada por su intensidad interna”. Es decir, el niño se encuentra con emociones demasiado grandes para el desarrollo de su inteligencia emocional en ese momento. “Se frustran, lloran, se enfadan o se emocionan con una fuerza que parece desproporcionada, pero que es coherente con su forma de sentir el mundo”. Sin embargo, sin un acompañamiento adecuado por parte de sus padres, pueden sentirse incomprendidos o juzgados por la intensidad de lo que sienten. Incluso pueden avergonzarse de sus emociones y que eso afecte a su inteligencia emocional en el futuro.
Esa sensibilidad les permite tener empatía, creatividad y pensamiento profundo, pero como explica la experta, también “les hace más vulnerables emocionalmente”. Por eso es importante enseñarles a entender sus emociones y como padres, a acompañarlas. Lo que recomienda Arenas es empezar por lo más básico y por algo que haríamos con cualquier niño: validando sus emociones. “No juzguemos lo que están sintiendo”, explica Arenas que añade que “también podemos ayudarlo a ponerle nombre a lo que sienten” porque en muchas ocasiones no saben identificarlo. De esta forma podemos enseñarle que la sensibilidad no es una debilidad sino otra parte más de su potencial.
La experta asegura que hay que tener especial cuidado con “exigirles una madurez emocional solo porque tienen alta capacidad intelectual. Cada área de su desarrollo va a un ritmo diferente”. Puede que su madurez emocional pueda necesitar más tiempo aunque su mente vaya rápido y eso no es malo, solo necesita de un acompañamiento adecuado.
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