Cuando pensamos en piscinas naturales, en general, y en las Presillas de Rascafría, en particular, lo primero que se nos viene a la cabeza son baños veraniegos en el río Lozoya y toallas tiradas en la hierba para tomar el sol. Sin embargo, este rincón de la Sierra de Guadarrama guarda un secreto menos conocido y es que, en otoño, sin chapuzones masivos ni bullicio, se convierte en une excursión tranquila y perfecta.
Naturaleza en versión otoñal
Las tres pozas naturales de Las Presillas siguen ahí el resto del año, con sus aguas claras y heladas, pero más tranquilas que durante los meses de verano. Ahora invitan más a contemplar el paisaje que a zambullirse en ellas. El césped, que en verano se llena de sombrillas, da paso a un paisaje teñido de ocres y amarillos, perfecto para una caminata lenta, un picnic o simplemente sentarse a mirar cómo cambia la montaña.
De hecho, en verano puede llegar a ser un agobio ir a las Presillas, que se convierten en una de las “playas” más concurridas de Madrid. Mientras que, en otoño, ofrecen todo lo contrario: silencio, aire limpio y espacio de sobra para disfrutar de la naturaleza sin compartirla. Ya no vas a encontrar colchonetas ni neveras portátiles, sino familias y parejas en busca de desconexión, además de senderistas que saben que esta época del año es la mejor para explorar el Valle del Lozoya.
Más que agua
El área recreativa, que se encuentra muy cerca del Monasterio de El Paular, que gana aún más encanto en esta época del año, cuando el entorno se vacía de turistas y la piedra de las construcciones antiguas contrasta con el color de los bosques. Además, desde aquí parte la ruta hacia la Cascada del Purgatorio, un paseo de hora y media que en otoño se disfruta por partida doble: doble de aire fresco, silencio y el sonido del agua como única banda sonora.
Está abierta todo el año y lo único que es de pago es el aparcamiento (9 € coches, 3 € motos, 30 € autobuses). El horario es de 09:00 a 21:00 h y no está permitido el acceso con perros ni poner música música, tampoco hacer barbacoas ni acampadas. Además, es un espacio protegido, por lo que toca dejarlo todo tal y como lo encontramos al llegar. Para llegar hasta las Presillas, lo más cómodo es ir en coche (M-604, km 28,600), aunque también hay un bus interurbano que sale desde Plaza de Castilla (línea 194).
Algo importante a tener en cuenta, eso sí, es que hay que lleva ropa cómoda y algo de abrigo, porque aunque el sol todavía calienta, por las mañanas y las tardes refresca. Tampoco olvides la cámara porque pocas estampas son tan fotogénicas como la de las montañas de Peñalara reflejadas en el agua entre hojas caídas.
Foto de portada | Ayuntamiento de la Villa de Rascafría
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