Una producción donde se junta el cine y la gastronomía siempre promete, pero cuando 'Foodie Love' se lanzó en 2019 hizo muchas más cosas que despertarnos el apetito. Isabel Coixet se encargó de que frase tras frase nuestra cabeza girase en sintonía con los personajes que las expulsaban frente a la mesa de un restaurante: ella, Laia Costa y él, Guillermo Pfening. Ahí había muchas más cosas que solo ganas de comer. Supongo que es un poco eso que sucede cuando te das cuenta de que el tipo que tienes enfrente te gusta más de lo que esperabas. Se te cierra el estómago como una caja fuerte, y durante las siguientes horas, solo tienes hambre de saber más de él.
'Foodie Love' va un poco de eso: una pareja que se conoce por una aplicación para amantes de la gastronomía y, desde que se ven las caras en una cafetería, las citas no dejan de sucederse. A veces parece que un algoritmo es como un dardo y acierta. Y así es: una noche vemos al protagonista brindando con una copa de vino junto a una desconocida y, dos meses después, caminando solo por Italia, yendo a los sitios que ella le recomendó, mandándole un audio larguísimo con mil rodeos solo para decir lo evidente: "ojalá estuvieras aquí."
Pero no todo son las cosas que se dicen. Por suerte la serie nos deja adentrarnos en los pensamientos de nuestros protagonistas, y sabemos que cuando él la lleva a comer el mejor ramen de la ciudad, no es solo eso, nunca es solo eso, es siempre el deseo de querer compartirlo con ella.

En medio de esa vorágine de adrenalina y euforia también hay hueco para los miedos y de repente te encuentras con frases que te dejan pensando largo rato tras el capítulo, como esa de: "los helados son como las historias de amor. Cuando comienzas a comerte un helado nunca piensas que se va a acabar porque si lo pensaras igual no te lo comerías... ¿o sí?". Isabel Coixet sabía bien el poso que quería dejarnos tras cada episodio, un sabor de boca para recordar a base de diálogos y escenas brillantes, como un buen postre, de esos en los que pasas el dedo por el plato para no dejar ni gota.
Son Laia Costa y Guillermo Pfening, pero también somos nosotras, caminando a toda prisa, llegando un poco tarde a un encuentro, pensando de camino lo que ella: "no sé qué estoy haciendo yendo a esta cita", hablando en el lenguaje de las contradicciones, sintiendo miedo y deseo y otra vez miedo y unas ganas desorbitadas de besar al ser humano que se sienta enfrente de ti en el bar y de confiar y dejar que se cuele arriba de todo en la pantalla de WhatsApp, mientras convives con el vértigo como compañero de pupitre y a ratos te sobreviene la idea de que el helado se acabará. Porque se acabará, ¿no? Pero jamás las ganas de comer. Jamás nos reventarán el apetito.
Fotos | Movistar Plus+
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