Con un ritmo cadente y un erotismo que mezcla el amor con la comida. Así comienza Foodie Love, la primera serie dirigida por Isabel Coixet, que es el plan de fin de semana que nos ofrece HBO.
Empecé a verla por dos motivos: la comida y el deseo que lo impregna todo y que se vislumbraba en el tráiler.
Y no me equivoqué. Ese erotismo queda patente ya en el primer plano de la película, cuando la actriz Laia Costa recita lo que no le gusta mientras se mira en el espejo empañado de la ducha.
Pero es que además de que la trama, hilada en torno a una pareja que se conoce a través de una aplicación para amantes de la gastronomía, es una serie de las que enganchan. Solo en los primeros dos capítulos vivirás hasta cinco emociones viéndola y cuando acaben esos dos primeros, devorarás los siguientes.
El deseo: apetito gastronómico (y físico)
Comienza con lo que no le gusta a la protagonista, gastronómicamente hablando, sigue con un largo y (a veces) incómodo café y continúa con un cóctel y una tabla de pastrami que unen de forma majestuosa la gastronomía con el deseo.
Con los planos y el trabajo de cámara, la directora tiene siempre el control sobre tus sensaciones y te hace sentir el deseo que la pareja, interpretada por Laia Costa y Guillermo Pfening, siente en esa primera cita ya sea usando la comida o los gestos corporales de ambos.
Sentirás ese deseo, esa urgencia, esa electricidad. La serie está impregnada de él, ya sea por la comida o por el deseo físico, palpable en diferentes planos y que Isabel Coixet consigue mezclando, como en una coctelera, muchos recursos: la química de los protagonistas, los planos detalle, las secuencias lentas que se intercalan con la escena principal o las reflexiones de cada uno de los personajes.
La sorpresa: Greta Fernández y Natalia de Molina en Foodie Love
No salían casi en ningún sitio, pero aparecen en los primeros 10 minutos de la serie. ¿Un guiño a la maravillosa Elisa y Marcela? La película de Netflix que también dirigió Coixet sobre el primer matrimonio homosexual en España.
Y no es la única sorpresa. Hay una, que verás según avanza la serie, de la que solo te daremos una pista: Paquita Salas.
La ternura: provocada por sentirte identificada
Hay series o películas que ves con una sonrisa en la cara. Tienen un je ne sais quoi que te hace querer abrazarlas, y esta serie es una de ellas. Te provoca ternura tanto los protagonistas y todo su bagaje, como los secundarios que van apareciendo.
Y la ternura es fruto de sentirte identificada con ellos. En mi caso ha pasado sobre todo con esa primera cita, en la que los sentimientos se reflejan con una maestría casi mágica, y en la que sientes que podrías ser tú. Todo el tiempo. Esa inseguridad, mezclada con el deseo, el miedo y la trivialidad, podrían ser tuyos.
La alegría: que llena toda la serie
Es una serie que trata temas importantes como el amor y más concretamente, las diferentes conexiones con las personas que pasan por nuestra vida. Pero lo hace desde un prisma positivo que genera en el espectador alegría.
Ese sentimiento no desaparece, en ocasiones la alegría se ve eclipsada por el deseo o la sorpresa, pero siempre está ahí.
La gratitud: nacida de algo que a veces olvidas
Lo mejor que me ha dado Foodie Love en sus primeros dos capítulos no es esa necesidad por seguir viendo más, es el sentirme agradecida. Por recordarme cuánto me gusta la gastronomía, cómo la disfruto, cómo es de generosa con quién se para a escucharla y sentirla.
Estoy agradecida porque Isabel Coixet ha creado una excitante, apetecible y chispeante serie que gira en torno a la gastronomía de una forma elegante y sincera. Ahonda en los sentimientos más primitivos que puede hacerte sentir, y en los más elaborados.
Una serie que como un buen plato, debe disfrutarse poco a poco, sin prisas, atendiendo a los detalles, a los aromas y a todo lo que te evoca. Una serie para comérsela.
Foto | Foodie Love (HBO)
