Este pasado fin de semana mis amigas y yo decidimos cambiar el vermut y el parloteo en un bar del centro de la ciudad por un plan en clave fitness: una clase de barre. Llevábamos tiempo con la idea de probar esta disciplina que no dejan de alabar las celebrities, desde Alessandra Ambrosio hasta Paula Echevarría, por su potencial a la hora de tonificar todo el cuerpo, mejorar la postura y aumentar la flexibilidad. Pues así empezó mi mañana de sábado, acudiendo en la mejor compañía a despertar el cuerpo a Barrelatte, un wellness club en el corazón de Madrid donde puede experimentar en primera persona qué es eso del barre.
De entre las diferentes clases de barre que ofrecía el centro nos decantamos por Flat White, una sesión que prometía hacer temblar nuestros músculos a base de movimientos isométricos de bajo impacto para trabajar la resistencia. Al entrar ya lo advertían: "vas a salir de la clase caminando como Bambi." Escépticas de nosotras, acostumbradas a hacer deporte con regularidad, nos reímos un poco de aquella frase, pero más pronto que tarde empezamos a darnos cuenta de que, efectivamente, era una clase bastante intensa.
La sesión tuvo lugar en un espacio con luces bajas, donde predominaba el color rosa y los leds, haciendo más acogedora la zona. No necesitamos llevar nada más que un conjunto mono y ganas de darlo todo al ritmo de los hits del momento. Mis amigas y yo nos colocamos una al lado de la otra, mirando de frente al espejo y sujetándonos en la barra de ballet, siguiendo el calentamiento de minutos con la instructora antes de ponernos manos a la obra con la sesión. Luego la profesora de barre iba explicando los ejercicios donde nos ayudamos de una gomas elásticas que colocamos por encima de las rodillas y utilizamos en varios movimientos.

A medida que iba avanzando la clase empecé a notar como me ardían los músculos de las piernas, aunque especialmente toda la zona de los glúteos. Es cierto que el plié del ballet, junto con todos esos movimientos isométricos estaban haciendo su efecto. No faltaron las planchas, las sentadillas o clásicos como los abdominales, pero también hubo hueco para los balanceos de pierna o los giros rusos y al final nos cansamos. Vaya que si nos cansamos, y aunque fue una sesión de total body mi tren inferior fue el que más noto los efectos del barre. Con mis amigas ocurrió lo mismo.

Quizás lo que más me gustó de esta clase de barre fue el dinamismo de los ejercicios, las series era cortas pero intensas, lo suficiente como para no aburrirte de un ejercicio y ponerte a pensar en otra cosa mientras lo ejecutas. No daba tiempo, la mente tenía que estar solo centrada en poner a prueba cada movimiento porque rápido pasábamos a otro y luego a otro y así hasta el final.
Antes de terminar, todas esas canciones que se sucedían unas a otras en las que reinaban las voces de las divas del pop se cambiaron por un ritmo más lento, perfecto para estirar los músculos el cuerpo tras todo ese trabajo que duró 50 minutos. Evidentemente al día siguiente tenía agujetas en los glúteos, pero una cosa clara: volveré más pronto que tarde a la barra de ballet.
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