El año pasado cumplí 40 y, a estas alturas de la película, los amigos de toda la vida ya tienen que devanarse los sesos para buscar un regalo original, con todo el tiempo que llevamos regalándonos mutuamente. Aparecieron en la celebración con un sobre que contenía un bono de un mes para dar clases de pole dance; y ahí, en ese momento, empezó mi historia de amor con el pole.
He de decir que yo llevo toda la vida entrenando, y no es ninguna exageración: desde los 16 años, cuando dejé la rítmica porque aquello no daba ya más de sí, empecé en el gimnasio. Clases colectivas de aeróbic, step, baile… Lo que se solía hacer en aquella época (ojo, que hablo de finales de los 90, tampoco es el Pleistoceno). De allí pasé a la sala de pesas y después convertí lo que había sido mi hobby en mi profesión: me formé como profesora de Pilates, Yoga, ciclo indoor, clases dirigidas con base musical y como entrenadora personal. Mi historia con el deporte es larga, pero os puedo asegurar que hasta que no llegó el pole, no había experimentado estar en mi mejor forma física.
No solo “lo de las strippers”
“Ah, pole, ¿eso es lo de las strippers, no?” Bueno sí, pero no solo es eso, a pesar de que en el imaginario colectivo el pole aparece casi siempre asociado a bailar en un bar (gracias Hollywood, supongo), lo cierto es que hay mucho más.
El pole no es solo un deporte: es una expresión artística en la que te sirves de tu cuerpo y de la barra para crear y para transmitir lo que sientes. Es una disciplina muy (MUY) exigente que combina un enorme trabajo de fuerza relativa (en relación con tu propio cuerpo), una gran exigencia de control y consciencia corporal y una cierta sensibilidad.
Uniendo todos esos puntos, el pole se convierte en una de las actividades más completas que he probado nunca y que me ha conquistado.
En forma con el pole y en forma para el pole
Creo sinceramente que nunca había estado tan en forma como estoy ahora, y eso que he pasado por etapas de machacarme a muerte en el gimnasio. Ahora, hace bastante tiempo que no piso uno, y solamente hago Yoga por las mañanas, pole dos días a la semana y salgo a correr cuando consigo vencer a la pereza.
Posiblemente donde más haya notado la mejora es en el tren superior: mis hombros son mucho más fuertes y estables que antes (los necesito para trepar a la barra y para mantener determinadas posturas) y mi core es más funcional que nunca (todos los movimientos del cuerpo comienzan y terminan en el core, y es el responsable de proteger la espalda mientras practicamos posturas que al principio parecen imposibles). El tren inferior se mantiene en tensión durante los movimientos, para que pese lo menos posible, lo cual hace que también se trabaje, aunque a un menor nivel desde mi punto de vista.
¿Hace falta estar en forma para empezar a hacer pole? No, no es necesario y se puede partir de cualquier nivel, aunque claramente el tener ya una cierta fuerza y un buen control corporal (bendito Pilates, que hace maravillas) son una tremenda ventaja a la hora de comenzar. Saber cómo funciona tu cuerpo y entender cómo la técnica de las diferentes posturas y movimientos se aplica en cada momento es básico para terminar una clase en buenas condiciones.
Personalmente, la forma de cuantificar de forma objetiva si mejoro mi forma física es a través de mi porcentaje de grasa corporal, y puedo decir que estoy en el más bajo desde hace mucho tiempo: 18% para mis actuales 41 años, que no está nada mal. De forma subjetiva lo valoro con cuánto soy capaz de hacer (si puedo hacer posturas y movimientos nuevos, si he ganado movilidad, si me beneficia en otros deportes como al salir a correr…), con el poco dolor que tengo en el día a día (cero dolor de espalda, lo cual no era habitual) y con lo contenta que voy a entrenar y lo feliz y satisfecha que estoy cuando salgo. También me ha ayudado a trabajar la parte mental: la frustración es parte del entrenamiento, sobre todo cuando algo no sale y hay que parar, entender y repetir, y perder el miedo también forma parte del proceso.
Un poco de proselitismo
Si todavía te lo estás pensando, esta es tu señal: apúntate a una clase de prueba. Vas a alucinar con lo que tu cuerpo es capaz de hacer, y tú todavía no lo sabías, desde la primera clase.
No necesitas nada más que ganas de divertirte, ganas de aprender, un pantalón corto y un top. Llegarás a una clase donde el sentimiento de grupo y de comunidad te envolverá y donde descubrirás que subirte a una barra y probar algo diferente puede llevarte a conseguir la mejor forma de tu vida o a donde tú quieras.
Las últimas líneas, por supuesto, para agradecer a mi escuela, Central de Pole, por las horas compartidas, y especialmente a Natalia, mi profe, por la paciencia y el apoyo. Y a mis amigos que me hicieron aquel regalo, porque ellos vieron antes que yo misma todo lo que podía conseguir.
Imágenes | @ladyfitnessmad en Instagram
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