Carmen tiene 25 años y lleva trabajando en una consultora multinacional desde 2023, cuando empezó con las prácticas de su carrera. Tras acabarlas, la empresa decidió contratarla pero sin que sus jefes ni compañeros lo sepan, ha empezado a prepararse una oposición. El motivo, tal y como nos cuenta, es que “no está dispuesta a perder su vida por un trabajo”. Ella es un ejemplo como muchos otros de cómo opositar parece haberse convertido en la nueva “renuncia silenciosa”.
El fin de ambicionar un puesto en el sector privado
Nos vendieron que tener una carrera nos aseguraría un puesto de trabajo, pero en España al menos, no funciona así. El 11,4% de los titulados no tienen trabajo en España según datos de la OCDE, y además un 22,4% de los jóvenes trabajan en empleos para los que están sobrecualificados. Trabajamos en empleos precarios, con pésimas condiciones de trabajo y cuando ocurre, buscamos una salida. Puede que decidamos emigrar o la nueva tendencia, opositar. El empleo público se ha convertido en la opción más atractiva frente a la precariedad del sector privado.
Para Yolanda, de 51 años que trabajó durante más de 20 años en una empresa textil antes de conseguir su plaza, los motivos que la llevaron a opositar fueron que “las condiciones en mi trabajo empeoraron y perdí las ganas de aguantar. Ahora solo quiero tranquilidad y poder trabajar de lunes a viernes”. Lleva muchas celebraciones de cumpleaños perdidas, nos comenta, y asegura que quería recuperar su tiempo porque la conciliación se volvió “cada vez más difícil” con la custodia completa de sus hijos tras su divorcio. Consiguió una plaza hace un año y afirma que le ha cambiado la vida. “Ahora hasta voy a clases de pádel y puedo pasar más tiempo con mis hijos”. Su sueldo es muy similar al que era, pero trabaja de 8 a 15 horas de lunes a viernes.
Trabajamos en empleos precarios y buscamos una salida: emigrar o la nueva tendencia, opositar
En el caso de Carlos (31 años), el tercero de los opositores a los que hemos preguntado, los motivos para opositar son varios. “Quiero comprarme una casa pero con lo que gano en mi trabajo actual no me llega, porque engancho un contrato temporal con otro”, y añade que saber que tendrá un sueldo fijo es un plus. Estudió magisterio y, desde que lo terminó hace seis años, no ha conseguido un trabajo fijo. “He sido profesor suplente, he cubierto bajas, he servido de apoyo, pero nunca he tenido un contrato fijo con el que vivir tranquilo”, explica. “Llegado un momento te cansas de esa inestabilidad”.
Según un informe elaborado por la academia de oposiciones ADAMS y que recoge El Economista, el 45% de sus alumnos trabaja en una empresa privada y en muchos casos, la empresa no sabe que se preparan una oposición. Esta es la situación que viven Carmen, Yolanda y Carlos. Ninguno ha comunicado nada a su empresa y en el caso de Carlos, tampoco a su entorno “porque no quiero que la gente me pregunte y que se convierta en el centro de mi vida, sentir presión externa o la decepción si no apruebo”. Héctor García Barnés escribía en El Confidencial que muchos “no quieren que su empresa se entere de que están pensando en pasarse al sector público”, por miedo a represalias o porque no está bien visto.
Primer paso: renuncia silenciosa. Segundo paso: opositar
La renuncia silenciosa es hacer lo mínimo posible para mantener el puesto de trabajo. Este comportamiento, fruto de la precariedad laboral como ya te explicamos, es el reflejo de una desconexión emocional y profesional con el trabajo. Los trabajadores necesitan mejores condiciones de trabajo, y cuando no las tienen, buscan una alternativa que comienza con la renuncia silenciosa. Para Adam Grant, psicólogo de Wharton, la renuncia silenciosa surge porque los trabajadores “entienden el valor de su tiempo y ya no están dispuestos a intercambiarlo solo por un salario” como afirma en su libro ‘Piénsalo otra vez’.
Según el informe State of the Global Workplace 2023 la renuncia silenciosa se debe a un incremento en el estrés entre los empleados y a unos salarios afectados por la inflación y aseguran que el 59% de los trabajadores de todo el mundo se encuentran en una situación de renuncia silenciosa. Un 79% si hablamos de Europa. El informe señala, además, que la falta de motivación y compromiso de los empleados ha reducido los niveles de productividad que supone una caída del 9% del PIB mundial con pérdidas de 8,8 billones de dólares al año.
Para aquellas personas que se encuentran en esa posición de renuncia silenciosa, si las condiciones laborales no cambian, lo lógico es buscar otro trabajo. Ahora parece que existe una opción nueva que cada vez elige más gente: el siguiente paso para muchos es opositar. “No quiero ser una esclava de mi trabajo, no estoy dispuesta a renunciar a mi tiempo y un puesto público me pareció la opción perfecta”, afirma Carmen. Ella empezó a preparar la oposición hace apenas dos meses y asegura que “dos años en la privada me han bastado para saber lo que no quiero. Preferiría cobrar menos pero tener mejores condiciones”.
Una radiografía de la oposición en España
Según el último informe ‘Las oposiciones en España’, un 20% de las personas entre los 18 y 65 años está actualmente preparando una oposición y cinco millones de personas de entre 18 y 55 años tienen intención de opositar. El mismo estudio asegura que la gran mayoría de los españoles, nueve de cada diez, optaría por un empleo en el sector público frente a uno privado si este le ofreciera una jornada laboral más corta o un horario que le permita mejorar la conciliación.
El 20% de las personas entre los 18 y 65 años está actualmente preparando una oposición
Si hablamos de las plazas, el sector público ha calificado de “histórica” la próxima convocatoria, que prevé superar las 100.000 del pasado año. Postularse a una plaza pública es, con estos datos, una realidad que está impactando de lleno en las academias que se dedican a la preparación de oposiciones, cuyos alumnos han aumentado en un 80% según el informe citado anteriormente. Según El País, Adams y Centro de Estudios Financieros, aumentaron en un 20%.
De media, cada opositor se gasta unos 78 euros al mes para preparar sus exámenes, aunque la cifra depende en gran medida de la plaza a la que aspiran. Por ejemplo, el coste de examen para una plaza A1, la de mayor rango (y sueldo) como empleado del estado, es de 31,10 euros y para un C2, 11,66 euros. En todos los casos, como explican en Innotest, “tendrás que invertir entre 100 y 1.000 euros como mínimo en materiales de estudio”, y los opositores que compaginan trabajo y estudio pueden tardar entre 3 y 4 años en aprobar. Si dedicamos todo nuestro tiempo, podemos sacar una plaza C2 en un año y tardar entre 24 y 36 meses con preparación intensiva para un A1.
Evidentemente, ese tiempo de dedicación tienen un coste más allá del económico, y es un posible desgaste emocional y una desconexión social porque el tiempo libre, el caso de los que trabajan y a la vez preparan una oposición, se dedica en muchos casos al estudio. Pero como decía Yolanda, que tardó algo más de un año y medio en sacar su plaza, “lo que tengo ahora compensa todo el tiempo invertido. No me arrepiento nada”.
*Los nombres de los testimonios han sido cambiados para preservar su anonimato.
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Fotos | sara sanchez sabogal en Unsplash, Ron Lach, cottonbro studio
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