La Gran Vía del low cost

La Gran Vía del low cost
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La Gran Vía de Madrid es una de mis calles favoritas, tiene un encanto único como varias de las zonas de la capital española. La sensación de llegar al centro de la ciudad y encontrarte con tal paisaje compuesto por edificios de grandes fachadas, teatros, personas… se respira una vida especial, un ambiente que no he conseguido definir nunca pero que es una de las distinciones claves de Madrid. La pena es que desde hace tiempo la Gran Vía ha pasado a convertirse en el escaparate low cost.

Hablo de pena porque ver la Gran Vía convertida en el bastión de las firmas low cost a mí no me gusta. Subes por cualquiera de las aceras y te encuentras tienda tras tienda (con excepciones, poco salvables en algunos casos) con todos los establecimientos de siempre. Establecimientos que aportan escaso valor a una calle que de por sí ya tiene una vida única.

Es elitismo. Sí, por supuesto. Buena parte de las ideas en este sentido son elitistas. La propia ley que impide poner la fachada de las tiendas al antojo del propietario es elitista. Da más prestigio que se respete lo antiguo, lo que se entiende como noble y admirado antes que un cartel de neón que diga compro oro. Y la Gran Vía va hacia ese camino.

Gran Vía
Antonio López, ‘Gran Vía (1974-1981)’

Sin personalizar en ninguna tienda (cada uno tiene sus favoritos y sus contrarios) en la Gran Vía, con tan solo una longitud de 1,3 kilómetros (según Wikipedia), nos podemos encontrar con un Bershka, Blanco, Cadena Q, Cortefiel, H&M, Lefties, Mango, Punto Roma, Pull and Bear, Sfera, Springfield, Stradivarius, Zara y ahora… un más que posible Primark en el edificio Prisa para poner la guinda a una calle donde solo falta que TopShop y Forever21 se instalen para tener toda la moda de bajo coste junta.

Hace tiempo perdí la esperanza de encontrarme con una ciudad que aportase en sus calles claves algo más que tiendas de moda con un valor añadido más allá de camisetas por dos euros o vestidos clonados de las grandes firmas. Ahora Madrid, al igual que otras ciudades, se encuentra sitiada por una industria que ha cambiado por completo el hábito del comprador, convirtiéndolo en un constante consumo “económico” el cual mañana ya hay que sustituir por algo más nuevo. Esto genera grandes beneficios y clientes de forma habitual. La Gran Vía tiene el público y se nutre de éste. ¿Pero aporta algún valor especial a la calle o al final la convierte en un centro comercial abierto que podríamos haber clonado y traído en helicóptero desde cualquier capital comercial conocida?

Si la Gran Vía tiene algo de especial no es por las tiendas low cost que han ido sustituyendo a míticos establecimientos como el de Madrid Rock que fue adquirido por Bershka de Inditex por más de 20 millones de euros en 2005. O el Cine Avenida convertido en un H&M inmenso en 2009.

Con la inclusión de Berskha en el esquema actual, la Gran Vía vuelve a bajar un peldaño en cuanto a calidad como calle la cual aporte algo distinto tanto al turista como al habitante diario de Madrid.

Habrá mucha preocupación por recuperar o conservar el pasado, por intentar vender la ciudad al exterior y al interior, por la cultura que se la lleva el viento, por el ambiente pero la única realidad es que dentro de un tiempo no necesitaremos ir a Madrid, a Londres o Berlín. Nos valdrá con quedarnos en casa viendo cómo todas las ciudades se homogeneizan entre sí (más aún) y la Gran Vía pase a ser llamada la Gran Inditex. Tiempo al tiempo.

Fotos | Wikipedia, Antonio López
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