Hay días, cada vez más, en los que podemos sentir que el mundo se desmorona frente a nuestros ojos. No en una explosión dramática como una película de ciencia ficción, sino de una forma casi silenciosa. Pandemias que no terminan de irse, crisis económicas que regresan y se agrandan, democracias que tambalean y un planeta que parece agotarse lentamente. Pero cada mañana nos levantamos, nos duchamos, vamos al trabajo, saludamos al vecino, llenamos el carrito del supermercado y cenamos mientras vemos una serie en Netflix, como si nada se estuviera cayendo a pedazos. Como si todo fuera más o menos normal. Quizá lo sea. O quizá estemos viviendo algo que ya fue descrito hace décadas: la hipernormalización.
Cuando fingir se vuelve la norma: Yurchak y el fin de lo perpetuo. Alexéi Yurchak, antropólogo y lingüista ruso, publicó en 2006 un libro con un título que ahora resuena de nuevo, ‘Todo era para siempre hasta que dejó de existir’. Ahí acuñó un término para describir lo que pasaba en la antigua URSS, la hipernormalización soviética. De una forma muy simplificada, el concepto de hipernormalización hace referencia a que, aunque todos sabían que el sistema soviético estaba roto, nadie podía imaginar un camino distinto. Todos sabían que era una farsa, pero aún así actuaban como si fuera real. Sentían que no había otra opción. Fingir se volvió la única manera de seguir adelante.
Como en un gigantesco teatro, en el que cada miembro de la sociedad interpretaba un papel, se repetían consignas huecas, se participaba en actos vacíos, y todo el mundo sabía que aquello no tenía sentido. También sabían que cuestionarlo abiertamente no era una opción. No seguían el guión porque creyeran en él, sino porque romperlo daba más miedo que seguirlo. Con el tiempo, como explicaba el experto, incluso la imaginación se desgastó y pensar alternativas a ese presente dejó de ser posible, como si supieran que el futuro solo podía ser una repetición infinita de lo que vivían en ese momento.
Paralelismos con nuestra época. Ahora volvamos a nuestro presente con un ejemplo sencillo. Sabemos que el modelo económico actual, basado en el uso de combustibles fósiles, no da para más. Hablamos de transición energética y de sostenibilidad, pero el último informe del IPCC es más alarmante que nunca. Hay expertos como Rupert Read, filósofo y activista climático, que ya hablan de que “el verdadero poder del movimiento climático es ahora admitir nuestra propia impotencia” y admitir que estamos “abandonando definitivamente el espacio climático seguro”. En 150 años, se ha aumentado 1,1º la temperatura mundial y en España, el 70% de la población vive en zonas donde ya se ha superado el grado y medio, pero seguimos pensando que qué bien poder disfrutar de la terraza del bar en noviembre. Como si estuviéramos completamente disociados entre lo que pasa realmente y la vida que vivimos.
@sellbuydesign “hypernormalisation” is a phrase coined by proff Alexei Yurchak. In wrestling with the paradox of living the reality you can’t comprehend- you develop a fake realty. #hypernormalisation #millennial #modernlife #election2024 #usa
♬ original sound - Jonathan Self
Jean-Baptiste Fressoz afirma que la "transición energética" es un mito en su libro ‘More and More and More’ y los jóvenes del mundo cada vez sufren más ecoansiedad, pero ¿hacemos lo suficiente? Nos llegan tantas noticias devastadoras y con tanta frecuencia, que el impacto de estas se diluye. Pero en vez de movilizarnos, a menudo quedamos paralizados. Algo parecido pasaba en la URSS tardía, donde la sobrecarga de propaganda acababa por vaciarla de sentido. Hoy, esa sobreinformación nos anestesia. Zygmunt Bauman habla de una “modernidad líquida”: todo se mueve, nada se asienta, y vivir en ese torbellino deja poco espacio para certezas o decisiones firmes. El resultado es una mezcla de fatiga, cinismo y desconcierto.
A eso se suma la creciente desconfianza en todo. Las fake news, los discursos extremos y la política convertida en espectáculo, hacen que lo absurdo parezca normal. No es solo que se mienta, es que no sabemos en qué creer. Como en la hipernormalización soviética, el problema no es tanto la mentira sino la sensación de que ya no existe una verdad confiable. El documental ‘HyperNormalisation’ de Adam Curtis retrata esto y asegura que el poder ha llenado el espacio de relatos ficticios que terminan por vaciar de sentido lo real, como ocurre en EEUU. Decía Curtis a The Guardian, que Donald Trump es “el producto final de la pantomima” del gobierno de Estados Unidos, donde “los poderosos están abandonando cualquier pretensión de ideales comunes e inclusivos”.
¿Por qué seguimos actuando como si nada? Aceptar que el sistema está colapsando de verdad nos obligaría a mirar de frente algo para lo que no estamos preparados. El refranero español dice que “más vale malo conocido que bueno por conocer” porque la incertidumbre asusta. Por eso, en cierto modo, la hipernormalización también es una estrategia emocional. Una especie de autoengaño compartido que nos permite mantenernos en pie.
También está el consuelo de la rutina. Hacer lo de siempre nos da una falsa sensación de control. La repetición se convierte en una forma de resistir el caos, de sentirnos a salvo. Sumado a esa sensación hay algo muy concreto que no siempre se dice: muchas personas necesitan que el sistema siga funcionando aunque sea mal. Cambiarlo por completo podría significar perder el trabajo, la estabilidad o incluso la identidad. Fingir que todo sigue igual es para muchos un acto de supervivencia.
El despertar de Matrix. Entender todo esto, que vivimos en una especie de simulación consentida, no significa rendirse. Al contrario. La caída del bloque soviético demostró que incluso los sistemas que parecen eternos pueden desmoronarse de la noche a la mañana. Lo que parecía perpetuo, simplemente dejó de serlo como explica el libro de Yurchak. Si reconocemos esa ficción que repetimos sin descanso, podemos empezar a imaginar algo distinto. La crítica por sí sola, no es suficiente. Hace falta contar nuevas historias y, sobre todo, hace falta comunidad. Vínculos reales que nos saquen de Matrix y pasemos de la simulación a la realidad, como Neo.
La activista Rebecca Solnit afirma que “la esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que vale la pena intentarlo, pase lo que pase”. Cultivar esa esperanza lúcida puede que sea el acto más radical y urgente de nuestro tiempo para romper con esa hipernormalización.
Nota: algunos de los enlaces de este artículo son afiliados y pueden reportar un beneficio a Trendencias.
Fotos | Ignat Kushanrev en Unsplash, Mihály Köles en Unsplash
En Trendencias | 112 adivinanzas originales con respuesta incluida
En Trendencias | Las 101 mejores preguntas para conocer a alguien
En Trendencias | Qué significa shippear, la palabra de moda en redes sociales