Confundimos el amor con salvar al otro. Es sobre lo que reflexiona Irene Albacete, experta en desarrollo personal con más de un millón de seguidores en TikTok, que comenzaba uno de sus vídeos más virales con una sentencia: “No puedes salvar a tus padres, no puedes cambiar sus hábitos ni hacer que vean lo que no quieren ver”. Desde la psicología social, el impulso de querer cambiar a las personas que nos rodean se produce por diferentes factores empezando porque nos incomoda que otros sean diferentes. Cuando alguien cercano a nosotros actúa, piensa o siente de una forma que contradice nuestras creencias o valores, sentimos una disonancia o incomodidad psicológica que nos impulsa a querer cambiarlos.
También perseguimos una ilusión del control y seguridad emocional y según el psicólogo humanista Carl Jung, puede que estés proyectando en otros lo que no te gusta de ti, lo que él denominaba “la sombra”. En ocasiones lo que intentamos cambiar en otros refleja aspectos de nosotros mismos que no hemos aceptado.
Albacete asegura que “una de las lecciones más dolorosas y más importantes de la vida es entender que no todo el mundo quiere cambiar, incluidos nuestros padres”. Paradójicamente, cuanto más intentamos cambiar a alguien, más resistencia genera por lo que se conoce como reactancia psicológica, una reacción emocional cuando sentimos que nos imponen algo. Por eso “aunque estén en una situación difícil y se sientan infelices, lo conocido les resulta seguro y el cambio les asusta demasiado”, explica la experta.
@irene.albacete No puedes salvarlos, pero si…
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Lo conocido nos da una falsa sensación de seguridad
El refranero español dice que “más vale malo conocido que bueno por conocer”, lo que se conoce en psicología como sesgo de familiaridad. Desde un punto de vista evolutivo lo desconocido podía significar peligro y lo familiar, seguro. Por eso nos quedamos en relaciones que nos duelen y en trabajos que odiamos porque ahí sabemos qué esperar.
Los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky demostraron que el miedo a perder tiene un impacto emocional más fuerte que el placer de ganar. Es decir, el cerebro sufre más al soltar algo seguro que lo que disfruta al conseguir algo nuevo, de ahí ese miedo del que habla Albacete que se convierte en un sesgo cognitivo, la aversión a la pérdida, que nos impide cambiar. Además, a nivel neurológico el cambio supone un esfuerzo enorme y el cerebro tiende a ser conservador y perezoso.
Lo que defiende Albacete es que intentar salvar a nuestros padres es una batalla perdida y es mejor “amar, honrar y respetar a nuestros padres respetándolos tal y como son”. Esa aceptación de su persona nos permite centrarnos en lo único que de verdad es controlable y podemos cambiar: a nosotros mismos. “El mayor regalo que podemos darles es construir nuestras propias relaciones sanas, nuestros hogares sanos y, si llega el momento, criar hijos sanos. Así es como se rompe el ciclo”, afirma Albacete. Ese desarrollo personal que se aleja de intentar cambiar al otro, puede mejorar nuestras relaciones con nuestros padres y permitir que todos, puedan transformarse libremente.
Fotos | TikTok @irene.albacete, El padre (2020)
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