Corría septiembre de 2020, un año pandémico que muchos tenemos borroso como una mala noche de borrachera. 'Otra ronda' no dejaba de acumular aplausos en las salas de cine y el nombre de Thomas Vinterberg, director del film, se colaba por todas partes. Meses después, tras dos nominaciones a los premios Oscar, se alzaba con una estatuilla a 'Mejor Película Internacional.' Yo lo veía como un acto de justicia poética: "hay que ensalzar el cine que nos hace sentir cosas."
Esta cinta danesa, que puedes ver en HBO, es una de mis favoritas de todos los tiempos. Protagonizada por Mads Mikkelsen fija la cámara sobre cuatro profesores de un instituto en Copenhague de unos 4o años. Su existencia es la de un autómata, ceden todos los días ante el despertador, exponen discursos vacíos frente a un grupo de adolescentes que miran distraídos por la ventana. Al salir del trabajo uno pensaría, "tranquilo, la vida empieza", pero todo resulta bruscamente idéntico. Sin vértigo, sin adrenalina, sin un ápice de magia. Solo volver a casa, chocarse con las actitudes esquivas de los hijos y tumbarse boca arriba en la cama, donde siempre espera alguien con quien dormir y nunca con quien compartir el cuerpo.
El giro de guion llega cuando en un restaurante, uno de los amigos expone una teoría del psiquiatra Finn Skårderud, que explica que las personas tenemos un déficit de alcohol en sangre de un 0,5, y que al llenar esa ausencia con un par de copas sale a relucir nuestra mejor versión. Es ahí cuando deciden ser carne de un experimento sociológico propio: beber desde que se levantan hasta que se acuestan y anotarlo todo para desmentir o no esa premisa.
No cuesta adivinar, tras sellar el pacto con un vodka frío bajos las tenues luces de aquel local, que sus vidas dejarán de ser un desfile de disfraces. Tras unas cuantas copas se aflojan las extremidades y el discurso que uno se repite una y otra vez en la cabeza. Nada importa tanto. Sale a relucir una versión más anárquica de los personajes extremadamente sedienta de emociones, que no necesariamente la mejor. Mientras, la película avanza hasta un punto insospechado que nada tiene que ver con la resaca.
Lo malo de celebrar a golpe de brindis la vida es la patada en la boca del estómago del día siguiente. Uno sabe que todo lo que hace viene con su mochila de consecuencias y claro, inconscientemente estás esperando el revés de la cinta que cuando llega es categórico. No quiero hacer spoilers, soy una persona que nunca ve los tráilers por miedo a que desvelen más de la cuenta, pero te diré que la escena final de esta película es centelleante, me atrevo a decir que de las mejores que he visto.
Fotos | HBO
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