Desde dentro de OpenAI corrió el rumor en las últimas horas: el jefe había pulsado el botón de alarma. En un memorándum interno, Altman comunicó a su equipo que la compañía activaba un "código rojo" para dedicar todos sus esfuerzos a mejorar su producto estrella, ChatGPT, una decisión tan tajante como inesperada, en un contexto en que la competencia en inteligencia artificial no da tregua.
El corazón del problema es simple: Google lanzó recientemente un nuevo modelo de Gemini, que según algunas pruebas supera a ChatGPT en varios parámetros clave. Esa nueva versión ha sacudido los cimientos de lo que hasta ahora parecía un dominio indiscutible de OpenAI. Altman reconoció internamente que, aunque ChatGPT sigue teniendo decenas de millones de usuarios activos por semana, la ventaja ya no es abismal.
Para plantar cara, Altman exigió que todas las energías se centraran en pulir la experiencia diaria del chatbot: mejorar su velocidad, su fiabilidad, su capacidad para responder con precisión a un abanico más amplio de preguntas y, sobre todo, personalizar la interacción para cada usuario. Prioridad clara: calidad por encima de nuevas funciones o ingresos rápidos.
Ese viraje implica sacrificar otras apuestas. Proyectos de menor urgencia como posibles integraciones publicitarias, herramientas de IA para compras o salud, o incluso un asistente personal llamado "Pulse" quedarán en pausa hasta nuevo aviso. Todo se retrasa, salvo ChatGPT.
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La decisión no responde sólo a una amenaza técnica, sino también financiera. Mantener centros de datos, entrenar nuevos modelos y asegurar que ChatGPT siga siendo competitivo cuesta una buena pasta, y OpenAI no está obteniendo todavía beneficios sólidos. En ese sentido, la orden del "código rojo" también es un aviso interno: si ChatGPT no responde rápido y bien, el proyecto de futuro de la compañía podría tambalearse.
Aunque la medida parece drástica, Altman parece convencido de que es el momento de apretar. Afirma que un nuevo "modelo de razonamiento" de OpenAI, cuya salida es inminente, supera ya al Gemini de Google en sus pruebas internas, lo que sugiere que aún hay margen para recuperar el terreno perdido. Pero sabe también que el reloj corre: cada día sin mejorar puede fortalecer a la competencia.
Al final del día, esta activación del "código rojo" habla de muchísimo más que un simple parche: es parte de una estrategia defensiva de supervivencia. En un mercado en el que gigantes como Google pueden permitirse inversiones multimillonarias, OpenAI apuesta por su viejo caballo ganador: ofrecer una IA competente, eficaz y afinada, antes de lanzarse a diversificar o monetizar.
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