Con muy poco aporte calórico y mucha fibra, la calabaza es una fuente de carotenos, y nos aporta potasio, vitamina A y vitaminas del grupo B. Es nutricionalmente ideal para incluir en nuestra dieta y ahora, en otoño, está en su mejor momento, por eso no dejas de verla en todas partes. La receta que te traigo hoy es perfecta como base de otras recetas. Nos sirve para conseguir un plato completo que podemos variar a nuestro gusto, porque lo mejor es que puedes hacer más cantidad y guardarla varios días en la nevera en un táper, para solucionar la cena sin quebraderos de cabeza.
Se trata de una calabaza asada con cebolla, que acompañamos de una salsa cremosa de remolacha y un poco de quinoa. Pero además, con esta calabaza asada podemos acompañar pescados a la plancha, pero también nos sirve como base de una crema de calabaza asada o simplemente como una ensalada si le añadimos canónigos o rúcula, un poco de queso y unos tomates. Una receta, muchas opciones.
Cómo preparar calabaza asada con cebolla y salsa de remolacha
Para cuatro raciones necesitamos una calabaza tipo cacahuete que pese al menos un kilo. Si es más grande no te preocupes que como te comentaba, aguanta fenomenal en la nevera. Además de la calabaza vamos a usar dos cebollas moradas (también sirven las cebollas dulces), sal y un poco de aceite de oliva virgen extra. Con esto tendríamos la base que vamos a acompañar en este caso de una vistosa salsa de remolacha que lleva un yogur griego natural y sin azúcar, dos remolachas cocidas al natural (en el supermercado las venden listas para usar) y un par de cucharadas de zumo de limón.
Lo primero que haremos es asar la calabaza, en este caso a 180º C con aire o a 200º C con calor arriba y abajo. Vamos a pelarla y quitarle las pepitas, cortándola en gajos no muy finos. La cebolla, que también asaremos, la cortamos en juliana no muy fina para evitar que se queme en el horno. Mezclamos ambas, salamos y las colocamos en una fuente de horno con un buen chorro de aceite de oliva por encima. La metemos 40 minutos al horno o hasta que la calabaza esté tierna, removiendo de vez en cuando para que nada se queme. Podrías añadirle alguna especia como comino, romero, tomillo, orégano o similares, pero yo prefiero dejarla tal cual para que me sirva para otras recetas.
Mientras se hornea vamos a preparar la salsa de remolacha, que no puede ser más fácil. En el vaso de una batidora ponemos la remolacha troceada con el yogur, un par de cucharadas de zumo de limón, un poco de sal y un chorrito de aceite de oliva para darle un poco más de brillo y sabor. Trituramos bien y rectificamos con un poco de agua en el caso de que haya quedado demasiado espesa.
Cuando la verdura esté lista, mezclamos lo que vayamos a comernos con perejil fresco picado, un chorrito de zumo de limón, un poco de ralladura de limón y algo de pimienta. El resto, lo guardamos en un táper para hacer otras recetas el resto de la semana. Servimos la calabaza junto con la salsa de remolacha y, por ejemplo, un poco de quinoa que podemos cocinar en el microondas (queda perfecta y se tarda nada en hacer). La salsa que nos sobre podemos guardarla para cualquier otro momento porque también aguanta dos o tres días en la nevera.
A mí me sirve para cuatro cenas: una con quinoa y la salsa de remolacha, otra para una crema de verduras (añado a la calabaza con cebolla de base un poco de cúrcuma, un yogur griego y leche y trituro todoa), otra como guarnición con un filete de pollo a la plancha, y otra como ensalada usando la calabaza y la cebolla y añadiendo tomates secos, un poco de queso feta y un aliño de limón y aceite de oliva. Si me ha sobrado salsa de remolacha, la uso en la ensalada o me la echo en algún pescado a la plancha que me haga esa semana.
Fotos | Directo al Paladar
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