Como en prácticamente todos los países occidentales, el mapa de Estados Unidos también lo conforman esos pueblos y áreas rurales, los enclaves que conforman la “América vaciada”. En estos lugares tratan de captar la atención de empresas y proyectos que permitan levantar sus economías. Sin embargo, desde hace un tiempo, en vez de fábricas, todos parecen “pelearse” por lo mismo: gasolineras.
La mega gasolinera de culto. Hoy, Buc-ee’s no es una gasolinera convencional. La cadena texana ha revolucionado el concepto de estación de servicio con ubicaciones monstruosas (incluso más grandes que un campo de fútbol), con más de 100 surtidores de combustible, restaurantes con brisket texano preparado en el lugar y, lo más emblemático de todo: los baños aparentemente más limpios de América, reconocidos incluso con premios.
Este modelo inédito de mega estación ha ganado una legión de seguidores, con multitudes que generan filas kilométricas solo para ingresar en uno de los establecimientos. Casos como el Calhoun, Georgia, una Buc-ee’s ubicada a 100 km de Atlanta que provoca embotellamientos de hasta más de un km en las rampas de salida. Pero más allá de su impacto cultural y social, la empresa se ha convertido en un objetivo estratégico para los gobiernos locales de ciudades pequeñas, que ven en estas gasolineras una oportunidad de oro para impulsar su economía local.
Peleas por tener una. De hecho, y dado el tráfico masivo y el alto nivel de consumo que genera una Buc-ee’s en cada ubicación, las pequeñas ciudades del sur de Estados Unidos están ofreciendo millones en incentivos fiscales y mejoras de infraestructura para atraer la marca.
Ahí están los ejemplos de Harrison County, Mississippi, donde el gobierno invirtió 15 millones de dólares de los 18 millones necesarios para expandir un puente y facilitar la llegada de Buc-ee’s. O el de San Marcos en Texas, donde la ciudad prometió a Buc-ee’s un reembolso del 50% de los impuestos sobre ventas durante 15 años, lo que representa 3.2 millones de dólares en ahorros para la empresa.
Más ejemplos. También está el caso de West Memphis, Arkansas, donde la ciudad cedió un terreno valuado en 3.5 millones de dólares y prometió otros 1.5 millones de dólares en mejoras viales. Además, redujo los impuestos a la “cadena” en un 65% por siete años, permitiendo un ahorro adicional de 800.000 dólares.
Incentivos, al fin y al cabo, que antes solo estaban reservados para fábricas y proyectos industriales, y que ahora se otorgan a Buc-ee’s bajo la premisa de que la empresa aumentará los ingresos fiscales locales y elevará los salarios promedio. Para que nos hagamos una idea, en Calhoun, Georgia, el recaudo mensual de impuestos sobre ventas ha crecido un 15% desde la apertura de Buc-ee’s, según el administrador de la ciudad, Paul Worley.
Impacto económico. Otro de los grandes atractivos de Buc-ee’s es su política de sueldos elevados en comparación con otros minoristas y restaurantes. Los salarios en la empresa incluyen 18 dólares por hora para cajeros, significativamente más que el salario mínimo en muchos estados del sur, y de 175.000 a 225.000 dólares anuales para gerentes generales, una cifra superior a muchos empleos corporativos.
Es más, los gobiernos locales esperan que estas remuneraciones eleven los salarios en toda la zona, beneficiando a otros negocios y a la economía en general. Además, la gran afluencia de clientes aumenta la recaudación de impuestos sobre ventas y fomenta el desarrollo de nuevos comercios alrededor de cada ubicación de la cadena.
¿Es realmente rentable? Todo indica que sí, pero a pesar del entusiasmo de los gobiernos locales, algunos economistas advierten que subvencionar cadenas minoristas no siempre es una estrategia inteligente. A este respecto, Greg LeRoy, director de Good Jobs First, una organización que monitorea los incentivos fiscales otorgados a empresas, señala que estos subsidios deberían reservarse para industrias que generen empleos de alto valor agregado, como fábricas o centros tecnológicos. Para LeRoy, solo tiene sentido subsidiar un comercio si está cubriendo una necesidad esencial, como abrir un supermercado en una zona sin acceso a alimentos frescos (food desert).
Sea como fuere, parece meridianamente claro que Buc-ee’s ha demostrado ser un imán insólito de consumidores, con un impacto inmediato en la economía local gracias a su capacidad de atraer grandes multitudes y ofrecer empleos, a priori, mejor pagados. Queda, eso sí, el debate abierto sobre si los incentivos fiscales millonarios para una gasolinera son realmente una inversión inteligente o un desperdicio de fondos públicos.
Imagen | Wil C. Fry
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