Atravesado por el río que le da nombre y a tiro de piedra de Sierra Nevada, se ubica un pequeño pueblo granadino que se ha ganado por méritos propios el título de destino gastro con encanto. No es ningún secreto entre los locales que en Pinos Genil se comer de categoría y sin prisas, pero para la gran mayoría de los turistas es todavía un tesoro escondido por descubrir.
Caminar por sus calles estrechas de origen árabe y puentes medievales ya es un plan en sí mismo, con la Iglesia de Santa María Magdalena como parada obligada o el olmo centenario que preside la plaza. Sin embargo, el verdadero atractivo de Pinos Genil está en las cocinas de sus restaurantes.
Basta pasar por la puerta de cualquier restaurante del centro para que los aromas del arroz caldoso (el plato estrella del pueblo) te llamen a entrar sin remedio. Cada casa de comidas tiene su receta, heredada de abuelos y abuelas que cocinaban a fuego lento, así que tener el honor de probarlo aquí es saborear la auténtica gastronomía de la sierra.
La oferta gastronómica es amplia para un pueblo pequeño. Puediendo elegir desde los arroces de Los Cazadores o Casa Guillermo, hasta las carnes del asador La Compuerta o las croquetas cremosas de La Posada del Genil, este rincón de granada es un festival gastronómico perenne. Aunque si tienes un paladar dulce u lo tuyo son los postres, no puedes irte sin catar un pionono (pequeño bizcocho calado en almíbar y con crema pastelera que se corona azúcar tostado) o llevarte de la panadería una torta de la virgen, que se caracteriza por su sabor anisado.
En Pinos Genil la cocina local es un viaje en sí misma, que va cambiando a lo largo del año con las contundente Olla de San Antón y el Plato Alpujarreño, que se disfruta en invierno, o platos más aptos para todo el año como las patatas a lo pobre o el cordero Segureño asado. Todo acompañado, como no puede ser de otra forma, de vinos y chacinas de la zona. Porque aquí la tradición de la matanza sigue viva y se nota en embutidos que son auténticos tesoros de despensa.
Más allá de la comida, Pinos Genil también guarda historias curiosas. En la antigua estación de tranvía, hoy Centro de Interpretación Tranvía de la Sierra, se puede revivir la época en la que este transporte conectaba Granada con Sierra Nevada. Es un detalle que añade contexto a un pueblo que siempre ha sido lugar de paso, pero que ha sabido convencer de quedarse a quienes lo visitan con algo tan poderoso como el buen comer.
Quizá el secreto de Pinos Genil resida en que la vida fluye con la misma naturalidad que lo hace su río. Cualquiera lo puede comprobar sentándose en una terraza, pidiendo un arroz caldoso y dedicándose simplemente a disfrutar de los pequeños placeres de estar vivo ofrece. Al final, con lo que uno se va es habiéndose dado cuenta de que la escapada no solo ha sido gastronómica, sino también un reencuentro con lo auténtico, que cada vez escasea más.
Foto de portada | Ci.tranviadelasierra y DAP
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