En el extremo norte de España, donde el Atlántico se encuentra con los acantilados más altos de toda Europa, se esconde un pequeño pueblo marinero que permanece impasible al paso del tiempo. Oculto en plena comarca de Ortegal, entre el océano, paredes de piedra y las montañas verdes gallegas está Cariño, una localidad perfecta para descubrir la Galicia más auténtica, sin prisas ni turistas.
Sin conocerlo de nada, Cariño llama la atención por su precioso nombre. Sin embargo, este desconocido destino costero es mucho más que un apodo cuqui. Está pegado a los increíbles acantilados de Vixía Herbeira, 613 metros de altura sobre el nivel del mar que los convierten en los más altos de toda la Europa continental. Imagínate como serán las vistas desde el mirador Garita de Herbeira al atardecer, que en el pasado fue un edificio defensivo contra los piratas.

A Cariño uno llega por los acantilados y se enamora por su ambiente marinero. Su puerto pesquero sigue siendo el corazón de la localidad, repleto de barquitas traqueteando al son de las olas bravías del Cantábrico. El casco antiguo está orientado hacia el mar, con el barrio marinero y sus casonas de colores colgando desde precipicios, testigos mudos del paso del tiempo que en este pueblo no ha hecho mella.

Todo el pueblo está plagado de fachadas de colores, balcones adornados y callejuelas y galerías. Tiene muchas plazas coquetas y mágicas, como la Plaza da Porta da Pulida o la Plaza de las Cadenas con su estatua al marinero. En lo más alto de la villa está la Iglesia de San Bartolomé, que corona el pueblo con su estilo neogótico y su icónica campana, sacada de un antiguo barco varado a principios del siglo XX.

Esta villa marinera está ubicada en el Cabo Ortegal, protegido por la Unión Europea por ser un santuario de aves migratorias. Por eso, su entorno natural está impoluto y cuidado, un espectáculo para los amantes de la naturaleza y de los animales. La mejor manera de recorrerlo es por la Rúa do Campo en coche de camino al faro, parando en la ermita de San Xulián a medio camino. Pegada a un antiguo castro prerromano, se puede visitar también por dentro.

A estas maravillas naturales y arquitectónicas le sumamos playas y calas vírgenes y desiertas, como la cala Peiral do Campo, que solo tiene acceso en barco. También están la playa de la Concha y la playa Basteira, pegadas al pueblo.
Fotos | Guía Repsol, Wikipedia Commons, Diócesis de Mondoñedo-Ferrol.
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