Existe. Y lo sabemos. Y tenemos datos contrastados sobre el asunto. Cuando se trata del reparto de las tareas domésticas y del cuidado de los pequeños, no solo hay un desequilibrio entre las mujeres y los hombres, también somos juzgados de distinta manera.
Y muchas mujeres sufren la presión de que no solo les tiene que salir naturalmente hacerlo bien, también tiene que parecer que lo hacen sin ningún esfuerzo. Que tienen que parecer superheroínas.
Pero Celeste Erlach, una mamá de Reino Unido, decidió hace unos días escribirle a su pareja una carta en la que le explicaba que se veía incapaz de hacer todo lo que suponía que tenía que hacer y que además pareciera que no le costaba ningún esfuerzo hacerlo.
Su carta se ha convertido en todo un éxito en las redes sociales y ya lleva más de 7.500 Me gustas y más de 4.200 compartidos.
Empieza así: Querido Marido. Yo. Necesito. Más. Ayuda.
Simple y sencillo pero tremendamente dramático. Celeste compartió su carta en el muro de Facebook de Breastfeeding Mama Talk, un site de ayuda a la lactancia, y en ella hizo un recuento de lo que necesitaba que su pareja hiciera tras un día cuidando a sus pequeños y sin haber podido pegar ojo.
"Anoche fue duro para ti. Te pedí que cuidaras del bebé para que yo pudiera irme pronto a la cama. El bebé estaba llorando. Aullando, realmente. Le podía oír desde el piso de arriba y mi estómago se encogía por el sonido, preguntándome si debería bajar y relevarte o simplemente cerrar la puerta para poder desesperadamente conseguir esas horas de sueño tan necesarias. Elegí lo último.
Viniste a la habitación veinte minutos más tarde, con el bebé todavía llorando frenéticamente. Colocaste al bebé en el moisés y delicadamente lo acercaste a tan solo unos centímetros de mi lado de la cama, un claro gesto de que ya habías hecho suficiente.
Quise gritarte. Quise comenzar una discusión épica en ese mismo momento. Me pasé el maldito día cuidando al bebé y a nuestro otro pequeño. Me pasé despierta toda la maldita noche alimentando a nuestro bebé. Al menos podías haberte hecho cargo por un par de horas por la tarde para que yo pudiera dormir. Solo unas pocas horas de precioso sueño. ¿Es pedir demasiado?
Sé que los dos crecimos viendo a nuestros padres en los típicos roles padre y madre. Nuestras madres eran las principales cuidadoras y nuestros padres estaban relativamente liberados. Fueron padres maravillosos, pero no se esperaba de ellos que pasaran una parte significativa de su tiempo cambiando pañales, alimentando, cuidando y estando pendientes de los niños. Nuestras mujeres eran las heroínas que mantenían la dinámica familiar. Cocinaban, limpiaban y sacaban adelante a los niños. Cualquier ayuda de papá era bienvenida, pero inesperada.
Veo cómo nosotros estamos cayendo en esa dinámica familiar cada día. Mi responsabilidad de alimentar a la familia, mantener la casa limpia y cuidar de los niños se asume, incluso sabiendo que yo voy a volver al trabajo. Me culpo a mí misma en gran parte. He sentado el precedente de que puedo hacerlo. Y la verdad es que quiero. Sin ofenderte pero no estoy segura de qué pinta tendría la cena si tú te hicieras cargo durante una semana.
También veo a mis amigas y a otras madres hacer lo mismo, y hacerlo bien. Sé que tú también lo ves. Si ellas pueden y si nuestras madres también pudieron, ¿por qué yo no? No lo sé.
Quizá nuestras amigas están interpretando el papel en público y en privado lo sufren. Quizá nuestras madres sufrieron en silencio durante años y ahora, treinta años después, simplemente no recuerdan lo duro que fue. O quizá es algo por lo que me regaño a mí misma cada día. No estoy capacitada para el trabajo como los demás. Y por mucho que me avergüence simplemente con pensarlo, lo voy a decir: necesito más ayuda.
Parte de mí se siente como un fracaso solo por pedirlo. Es decir, tú ayudas. Eres un padre maravilloso y haces un gran trabajo con los niños. Y se supone que esto debería salirme fácil, ¿verdad? El instinto maternal, ¿no? Pero soy humana y me mantengo a base de cinco horas de sueño y terriblemente cansada. Te necesito.
La carta de Celeste finaliza con una gran confesión: ella es solo humana. Una humana que se declara incapaz de cumplir todas las expectativas que hay puestas sobre ella, de cumplir el rol perfecto de la maternidad. Y vuelve a pedirle a su marido ayuda para cumplir una tarea que en ningún caso debería ser solo responsabilidad de una parte de la pareja.
Un mensaje sincero que ha provocado una ola de empatía hacia esta madre. Y es que la maternidad es un momento maravilloso en la vida de cualquier mujer, pero también está lleno de presión, de responsabilidad, de privación de sueño y de cansancio. Y, como Celeste, muchas mujeres se sienten incapaces de asumir en silencio y soledad todos esos sacrificios.
Fotos| Pexels.com
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