Que el super de tu barrio lleve desde octubre vendiendo turrón y polvorones es terrible para tu salud mental según la psicología

Existen ciertos efectos psicológicos provocados por esa manía que tiene el capitalismo de adelantar las Navidades cada vez más

El Coste Psicologico Y Emocional De Adelantar La Navidad
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Anabel Palomares

Editor

Mariah Carey ha anunciado que ya es Navidad, pero en España tenemos turrones en el supermercado desde el pasado mes de septiembre. Y polvorones. Y calendarios de adviento. El bombardeo de la Navidad llegaba incluso cuando la spooky season aún no había casi ni aterrizado y no podemos disfrutar de un pumpkin spice latte porque nos dicen que es hora de poner el árbol y pensar en los regalos de Reyes. Aunque no nos demos cuenta, eso tiene un coste emocional mucho más elevado de lo que parece. 

La causa del fenómeno: el capitalismo 

Decía la psicóloga María Gómez que “puedes marcar tus propios ritmos pero el contexto te dice otra cosa”, porque ni siquiera hemos sacado el abrigo del armario y ya tenemos los árboles de Navidad y las calles con luces. En teoría, esto debería ser la promesa de una época mágica pero en la práctica, cada vez más personas sentimos lo contrario. El momento presente se pierde por completo presa de las fauces del capitalismo. 

Las empresas no buscan que tengamos espíritu navideño, sino que por él gastemos más. El objetivo es abrir la cartera cada vez antes y consumir más y durante más tiempo, como bien reflejaba el artista británico Steve Cutts en una de sus sátiras. El problema es que este fenómeno tiene un coste emocional y psicológico que altera nuestra percepción del tiempo.

La Satira Christmas De Steve Cutts 'Christmas' del artista británico Steve Cutts

El precio emocional de la Navidad temprana

El primer problema ya lo señalaba Gómez: cada vez nos cuesta más vivir el presente porque el mercado nos invita a vivir en el futuro a fuerza de estímulos que hacen que tu cerebro se adelante. El presente se convierte en un lugar de paso por la sensación constante de aceleración del tiempo. Siempre miramos a lo que está por llegar y no a lo que ya está aquí. Esta sensación de prisa constante es fruto de un sistema que nos necesita en movimiento y gastando durante todo el año y responde a nuestra dificultad para vivir el presente. 

También hay un componente de presión social y quien no participa en ello puede sentir FOMO, pero también provocarnos una fatiga emocional que haga que las fiestas resulten menos estimulantes cuando por fin llegan y que nos generan una apatía por la sobreestimulación recibida. Nos puede llegar a provocar, según explicaba Gómez, un estado de ansiedad anticipatoria o estrés por cosas que todavía no han pasado, especialmente en aquellas personas para quienes la Navidad tiene una carga emocional negativa si están solos, si han perdido a un ser querido o si tienen conflictos familiares que vuelven en las cenas navideñas.

La desconexión con el presente y cómo evitarla

El adelanto navideño es inevitable y el entorno nos impone la fecha antes de tiempo, pero podemos proteger nuestro ritmo interno frente todo ese ruido externo. Puedes crear tus propios “rituales del presente”, y darle valor al tiempo que estás viviendo ahora mismo. Por ejemplo, disfrutar de un paseo por un bosque de hoja caduca y maravillarte con lo que el otoño (no la Navidad), hace en la naturaleza. 

Puedes hacer presente al otoño cocinando con las verduras de esta estación, como la calabaza, y reapropiarte del calendario retrasando los preparativos navideños a ese momento en que realmente tengas ganas. Decir “aún no” es una forma de cuidar tu tiempo, así que decide tú cuando empieza tu Navidad, si es que quieres que empiece. 

Si te genera ansiedad anticipatoria, puedes hacer pausas digitales conscientes y cultivar la atención plena con pequeños gestos. Por ejemplo, disfrutar un café sintiendo cada sorbo. No es necesario hacer una meditación concreta, sino simplemente centrar tus sentidos en los que te rodea ahora mismo. 

No podemos evitar la Navidad en los centros comerciales, pero sí decidir cuándo encender las nuestras. Resistirte a entrar ya en ese momento no significa rechazar la Navidad, sino defender el presente y tu tiempo frente al tiempo que te exige el mercado. Puede que así podamos vivir una Navidad más auténtica cuando realmente llegue.

Fotos | Freepik, Steve Cutts

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