Ted Lasso, el protagonista de la famosa serie de Apple TV, siempre sonríe. Hasta en los malos momentos intenta mostrar a otros una sonrisa. Si has visto la serie sabrás que esa sonrisa no significa que siempre esté feliz. Hay ocasiones en que la sonrisa eterna no significa lo que creemos, al menos según la psicología, y personas que sonríen hasta cuando se sienten mal.
Como ocurre con cualquier otro gesto de lenguaje corporal, que una persona siempre sonría puede tener significados muy distintos dependiendo del contexto, la cultura y del tipo de sonrisa que se tenga, ya sea auténtica o forzada. Puede ser un mecanismo de autoprotección, un intento de manipulación o simplemente una forma de mantener la imagen que queremos que otros vean de nosotros.
Una estrategia de superviviencia emocional
Para el psicólogo Ángel Rull, detrás de esa eterna sonrisa “puede haber historias de esfuerzo, heridas invisibles y mecanismos de adaptación profundamente arraigados” por lo que esa sonrisa podría ser “una estrategia de supervivencia emocional” y añade que como experto, ha detectado que en muchas ocasiones “detrás de estas sonrisas inquebrantables suele haber un esfuerzo sostenido por mantener una imagen, un cansancio emocional acumulado y, en ocasiones, una desconexión con las propias necesidades”.
Sonreír constantemente cuando esa expresión no concuerda con lo que sentimos, podría ser un tipo de surface acting: fingir una emoción para cumplir un rol social. La socióloga Arlie Hochschild acuñó el término "trabajo emocional” para describir el comportamiento de retratar o suprimir ciertas emociones para cumplir con los requisitos emocionales exigidos. Es decir, sonreír cuando en realidad no lo sentimos para ocultar las verdaderas emociones que sentimos (malestar, tristeza, enfado…). Si ese comportamiento se mantiene, a la larga puede tener efectos negativos como agotamiento o estrés.
En esta línea, la psicóloga clínica Sherry Turkle explicaba en su libro ‘Alone Together’ que las redes sociales crean "versiones editadas del yo", donde la sonrisa se convierte en una forma de mostrar felicidad aunque no se sienta. Como si fuera una performance colectiva en la que participamos aunque estemos rotos por dentro. El sociólogo Erving Goffman, que desarrolló la teoría de la interacción social como una representación teatral en ‘La presentación de la persona en la vida cotidiana’. En esa representación la sonrisa tiene un peso enorme. Es una de las herramientas que se utilizan para aparentar bienestar, control y calma socialmente hablando. Como Ted Lasso.
Como forma de manipulación
Pero puede que nuestra sonrisa no trate de ocultar algo, sino de conseguirlo. La sonrisa de Duchenne, descrita por Guillaume Duchenne en el siglo XIX, se caracteriza porque elevamos las comisuras labiales y se produce una contracción involuntaria del músculo orbicular del ojo, que genera arrugas alrededor de los ojos. Hasta hace poco, se creía que era la sonrisa que solo podía verse cuando el sentimiento era verdadero, cuando se trataba de una sonrisa de la que las investigaciones llaman de recompensa. Pero esa sonrisa es falsificable, aunque no es fácil hacerlo, y está muy relacionada con la persuasión. Hay quien la utiliza para manipular a otros y conseguir de ellos lo que necesitan, como ocurre por ejemplo con los narcisistas.
Para conectar socialmente
También es posible que mantengamos una sonrisa social, la que las investigaciones denominan sonrisa de afiliación. Es menos espontánea, pero comunica una intención positiva, y busca la confiabilidad, pertenencia, compasión y conexión social. Por ejemplo, cuando nos presentan a alguien nuevo en un grupo. Lo que busca es conectar con otra persona gracias a lo que en psicología se conoce como mecanismo de feedback facial. Las investigaciones sugieren que las sonrisas son contagiosas, porque tu cerebro detecta e interpreta automáticamente las expresiones faciales de los demás, llegando incluso a imitarlas.
Ahora que sabes todo lo que podría estar detrás de una sonrisa, la imagen de esa persona siempre está feliz, se desvanece ligeramente. Pero es un momento perfecto para recordar que una buena buena gestión emocional pasa por entender y abrazar todas las emociones, agradables y desagradables. Y eso no se consigue ocultándolas al resto del mundo.
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