Anabel Palomares
EditorEl otro día hablaba por teléfono con mi pareja y me contaba algunas de las preocupaciones que tenía sobre su futuro a nivel laboral. Nada de lo que se le había pasado por la cabeza había ocurrido aún y ni siquiera sabíamos si pasarían en realidad, pero él llevaba días ocupando sus pensamientos con posibles y futuros que se dibujaban en su cabeza. Al colgar pensé en el coste que sobrepensar tenía en nosotros y resulta que sobrepensar puede provocar secuelas emocionales, fisiológicas y conductuales, y problemas físicos como cansancio, dolor de cabeza o dificultad para dormir. Eso sin contar lo que nos ocurre a nivel psicológico porque el 40% de los problemas de ansiedad y el 30% de las depresiones se explican por la rumiación mental.
La preocupación excesiva por ciertos escenarios hipotéticos o el hecho de que sobreanalicemos, puede llegar a generar ansiedad y pararnos tanto tiempo para pensar, frenar las posibles acciones que tengamos que llevar a caso. Evidentemente es necesario hacer un análisis antes de tomar una decisión, pero eso no significa pasarte la noche en vela pensando en todo lo que podría salir mal, porque la tendencia es pensar en lo que saldría mal.
Cambia el "¿Y si...?" por "Ya veremos"
Esa rumiación mental, sobrepensamiento o como quieras llamarlo, “convierte la reflexión útil en una preocupación debilitante”, explicaba el experto en fortaleza mental Scott Mautz orador, formador e instructor de LinkedIn Learning. En su libro ‘The Mentally Strong Leader’, Mautz propone algo para terminar con ese diálogo interno de sobre pensamiento y es reemplazar la pregunta "¿Y si...?" por la frase "Ya veremos".
Tal y como explica Mautz en su libro, una de las formas más poderosas de canalizar tu fuerza mental para dejar de pensar demasiado se reduce a usar esas dos palabras. Si lo piensas, el “¿Y si...?” es una pregunta imposible de responder porque nadie tiene una bola de adivinación para ver el futuro, ni podemos ver todos los futuros posibles a lo Dr. Strange. Puede que lo que pensemos ocurra en ese futuro, sí, pero si nos ajustamos a las probabilidades te darás cuenta de que ese sinfín de futuros negativos que imaginas solo son escenarios hipotéticos y no realidades. ¿Y si mañana no me suena el despertador? ¿Y si me dice que no quiere volver a verme? ¿Y si no se abre el powerpoint de mi presentación? ¿Y si no encuentro el amor? Y si, y si, y si…
La próxima vez que detectes que estás pensando en un “y si” intenta cambiarlo por un “ya veremos”. Según Mautz, es una forma de superar la parálisis por análisis y llegar a la aceptación, porque tiene un tono más definitivo y cortante. No deja el tema abierto sino que lo zanja. “La implicación subyacente es que ya has trabajado, pensado, analizado y preparado todo lo necesario. Ahora es el momento de ver adónde te lleva todo eso y la situación”, explicaba en su libro.
Esa reducción del sobreanálisis implica algo que se conoce como “aceptación de la incertidumbre”, un proceso que, según los expertos de Mentes Abiertas, es importante para nuestro bienestar emocional y mental. “Aceptar la incertidumbre no significa resignarse o rendirse. Más bien, se trata de adoptar una actitud de apertura, flexibilidad y paciencia frente a lo desconocido”, explican.
Si te descubres pensando en un futuro de posibles, prueba el truco de Mautz y reformula una pregunta por una afirmación. Lo que sea que nos depare el futuro ya lo descubriremos cuando llegue y si es un problema lo que nos espera, ahora mismo es un problema para nuestro yo del futuro y no para nosotros.
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