Cuando parecía que ya estaba todo contado sobre Jane Austen, llega una miniserie de Movistar+ a recordarnos que lo mejor se perdió en las cartas que su hermana Cassandra destruyó para proteger su intimidad tras su muerte. No obstante, 'Miss Austen' no es el único motivo por el que sigue de actualidad en 2025, año en el que se conmemoran los 250 años de su nacimiento. Sus libros siguen siendo tan vigentes como antes para seguir buscando respuestas a la eterna pregunta: "¿me caso o no me caso?"
Cuando casarse por amor era revolucionario
Ahora es la norma y, puede costar imaginarse otra cosa, pero que Jane Austen defendiera que el matrimonio y las relaciones debían basarse en el amor romántico y el respeto mutuo fue algo realmente subversivo en el siglo XVIII. Si las uniones por conveniencia eran tan comunes no era porque las mujeres fueran más superficiales que ahora sino porque era una de sus pocas salidas vitales, a saber, tres: meterse a un convento, depender económicamente de los varones de su familia o hacerlo del marido. Su calidad de vida e incluso su supervivencia dependía de esta decisión, que se tornaba de vital importancia.
Sin embargo, resulta llamativo cómo ningún avance ni social ni del feminismo ha tenido como consecuencia que las novelas de Jane Austen pasen de moda o que su lectura resulte obsoleta. Por el contrario, dos siglos después siguen reimprimiéndose, encontrando nuevos y entusiastas lectores e incluso inspirando ficciones modernas como 'Los Bridgerton'. En el fondo, y a pesar de que el contexto social haya cambiado, seguimos sin resolver el dilema central que plantean.
Sentido y sensibilidad
Y cuando casarse por amor tampoco soluciona nada (para las mujeres)
Leer 'Orgullo y prejuicio' o 'Sentido y sensibilidad' en 2025 es hacerlo en una época en la que llevamos generaciones testando la idea principal de su obra, esa de que casarse por amor es la solución. Con los datos en la mano podemos afirmar que el matrimonio sigue sin ser sinónimo de final feliz para la mujer aún cuando se prima la conexión emocional y personal para contraerlo. A las Austen podríamos mostrarles que, en España, la tasa de divorcio ronda el 57% o que las mujeres en pareja son el grupo de población que más tareas domésticas hacen de toda la sociedad, más que las que viven solas.
Más preocupante: también podríamos citarle de ese estudio que analizó qué pasaba cuando uno de los cónyuges del matrimonio recibía un diagnóstico grave (tumores cerebrales u otras enfermedades serias). Spoiler: el riesgo de separación era seis veces mayor cuando la diagnosticada era la mujer. Por lo tanto, tal y como sostiene algunas corrientes feministas e ilustran diversas estadísticas, incluso con amor, el matrimonio sigue siendo una entidad opresora para muchas mujeres, que perpetua los roles de género tradicionales y que tiende a provocarnos desigualdad social.
Orgullo y prejuicio
Jane Austen, romántica pero crítica
Por suerte, ahora nos podemos divorciar, heredar y ser solteras sin (casi) estigma, aunque sea gracias a un mercado laboral con una brecha salarial del 18,36%. Conviene recordar que, aunque el contexto es distinto, esa fue la opción elegida, por voluntad propia, de las hermanas Jane y Cassandra Austen. Y no precisamente porque nadie las pretendiera nunca, sino porque ninguno de los hombres que quisieron casarse con ellas las convenció (o enamoró) lo suficiente como para decidir sacrificar esa parte de identidad y libertad que conllevaba el casarse, en forma del tiempo y dedicación que suponía ser la señora de la casa y madre de todos los hijos que vinieran.
Por mucho que disfrutaran de la lectura de novelas de amor, las hermanas Austen (al igual que las protagonistas de las novelas de Jane) eran conscientes de su posición desventajosa con respecto al matrimonio (con y sin amor). Sin embargo, ¿tienen las lectoras modernas de 'Persuasión' o de 'Emma' esta consciencia? Entre lo difícil que puede ser ahora imaginarse lo claustrofóbico que era ser mujer en el siglo XVIII y que son historias de amor que invitan a soñar con una realidad mejor, es fácil caer en la romantización.
En este sentido, no hay que olvidar que Jane, como pensadora revolucionaria que fue, no solo propuso en sus novelas un mundo en el que el matrimonio fuera una elección libre de muchas desigualdades de género, también propuso el modelo de hombre que lo hacía posible y que sigue alimentando muchas fantasías actuales.
Sentido y sensibilidad
Mr Darcy, el hombre de 200 años
Por muy guapo y adinerado que sea el señor Darcy, lo que de verdad enamora a Lizzie Bennet (y a millones de lectoras desde entonces) es otra cosa. Jane Austen supo describir cómo podría ser ese compañero que la mujer de cualquier período histórico va a necesitar. ¿Y cómo es este hombre? Su atractivo no está en la finca de Pemberley ni en su porte aristocrático, sino en que es un hombre que cambia.
Empieza como un tipo orgulloso, incluso insufrible, pero acaba reconociendo sus errores, reflexionando y mejorando su manera de estar en el mundo. Esa capacidad de transformación es la verdadera esencia del héroe romántico moderno que imaginó Jane Austen: no basta con amar, el amor debe exigir crecer, asumir responsabilidades y ser mejor persona.
Es un arquetipo que sigue muy vivo en la ficción actual. Un estudio sobre comedias románticas modernas muestra que los protagonistas masculinos tienden a repetir rasgos que Austen ya había dibujado hace más de dos siglos: vulnerabilidad emocional, ternura y domesticidad, además de un compromiso activo con la relación. Ahí están desde el Mark Darcy de 'El diario de Bridget Jones' hasta el Felix de Lena Dunham en 'Demasiado'. Y lo mismo sucede con el cura de 'Fleabag': igual que Darcy, se enamora de la protagonista por su mente, su carácter y su libertad, no por su belleza o su utilidad en la vida de un hombre.
Persuasión
El problema llega cuando intentamos trasladar este ideal al mundo real. Muchos hombres aún no han sido educados para identificar sus emociones, pedir disculpas o mostrarse vulnerables. Y alcanzar esa madurez emocional requiere introspección y autocrítica, un trabajo que primero hay que esta dispuesto a hacer.
Además, lo que bastaba en la época victoriana para que Darcy pareciera un visionario (ver a Elizabeth como persona) hoy se queda corto: las parejas esperan compartir ingresos, cuidados, tareas domésticas y también el famoso “trabajo emocional”. Admirar a tu mujer ya no es suficiente si no hay un reparto equitativo de responsabilidades.
Quizá por eso, más de dos siglos después, es por lo que de verdad seguimos leyendo las mismas novelas en busca de respuestas y referentes. El contexto ha cambiado pero las preguntas que nos hacemos con respecto a si casarnos o no y, sobre todo: con quién nos gustaría hacerlo, no tanto.
Foto de portada | Persuasión (Netflix)
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