En los últimos años los jóvenes han estado evitando la Navidad no por el hecho de que, para algunos, estas fechas sean sinónimo de nostalgia, sino que muchos están optando por saltarse las fiestas familiares o inventarse excusas para esquivar determinadas conversaciones, especialmente aquellas relacionadas con el trabajo.
Esa es la conclusión de una encuesta reciente entre adultos jóvenes (de entre 21 y 35 años) que revela que aproximadamente un tercio de ellos ha dejado plantados a sus familiares durante las fiestas para no tener que hablar de su empleo o su carrera profesional.
La fuente de esta información es un análisis publicado en Fast Company, donde se explica que esta conducta no es simplemente pereza o rebeldía, sino una forma de evitar ansiedad y presión social en torno al trabajo.
El estudio que se menciona en ese artículo muestra que muchos jóvenes sienten que las conversaciones sobre trabajo pueden ser estresantes o incómodas, al punto de preferir no presentarse a la comida familiar antes de enfrentarse a preguntas como "¿Cómo va tu empleo?" o "¿Has tenido ascensos últimamente?".
Cerca de un 58 % admite que ha mentido sobre su situación laboral, ya sea exagerando sus éxitos o minimizando sus responsabilidades y logros, en un intento de evitar juicios, comparaciones o preguntas incómodas.
Además, la ansiedad relacionada con el trabajo no solo se expresa en mentiras o evasiones, sino también en el deseo de proteger el propio espacio emocional. Diversas investigaciones señalan que la temporada de fiestas puede intensificar sentimientos de estrés o soledad precisamente porque reduce las distracciones habituales del año y pone a las personas frente a conversaciones profundas o sensibles con familiares que quizá no ven tan a menudo.
Para quienes apenas se ven con sus parientes una vez al año, la presión de responder a preguntas sobre empleo puede sentirse aún más agobiante, aumentando la probabilidad de que opten por no asistir.
También hay matices según el género: en la encuesta observada por Fast Company se aprecia que los hombres tienden más a exagerar sus logros laborales, mientras que las mujeres suelen minimizar o restar importancia a los suyos cuando hablan con la familia, una diferencia que refleja distintas formas de gestionar la presión social en torno al éxito profesional.
Ya no basta con presentarse a comer turrón y brindar; para muchos, la preocupación por cómo se percibe su vida laboral ha terminado por convertir una tradición familiar en un desafío emocional.
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