2026 está a la vuelta de la esquina y mucha gente ya está pensando en cómo hacer que el próximo año sea distinto al anterior sin repetir los mismos errores, por ello, más allá de escribir una lista de buenos propósitos o comprar una agenda molona, hay quien ha descubierto que implicar a la inteligencia artificial en la planificación anual puede aportar una claridad que de otra forma costaría muchísimo esfuerzo conseguir.
Lo curioso es que esta herramienta, que muchos usamos para responder correos o resumir textos, puede convertirse en algo más parecido a un compañero de reflexión que te obliga a mirarte con más sinceridad de la que podrías tener tú solo.
Al basarse en patrones y datos, la IA ayuda a descubrir hacia dónde te dirigirías si continúas haciendo exactamente lo mismo que antes, planteándote así una perspectiva distinta de tus hábitos actuales. Preguntas sencillas como "si repito los mismos comportamientos ¿Dónde estaré dentro de un año?", pueden cambiar por completo tu forma de concebir un plan para 2026, ya que te obligan a enfrentarte a tus tendencias reales y no a tus ilusiones sobre lo que haces o quieres hacer.
Esa capacidad de reconocimiento de patrones convierte a la IA en algo más que un asistente básico: se transforma en una herramienta para replantear prioridades con honestidad.
Otra forma en la que la IA puede ayudarte es haciendo de "gestor de cartera" con tu tiempo. En lugar de pensar que todos los objetivos merecen el mismo enfoque, puedes pedirle a un modelo que te diga qué acciones o metas son las que probablemente aportarán los resultados más significativos. Ese ejercicio suele ser duro porque, al mirarlo con frialdad, muchas de las cosas que uno considera importantes se muestran como meras distracciones o drenajes de energía.
Aquí la inteligencia artificial actúa como un espejo que te confronta con tus propias contradicciones: no solo te dice qué deberías priorizar, sino que te obliga a preguntarte si de verdad estabas siendo realista al repartir tu tiempo.
Foto de Viviana Rishe en Unsplash
Algo que muchos no suelen considerar cuando hacen planes es imaginar el fracaso antes de siquiera empezar. Aquí es donde otro uso de la IA resulta especialmente interesante: simular un año hipotético en el que tu estrategia no ha funcionado, y pedirle que te cuente por qué.
Este truco (que en el mundo de la gestión se conoce como un premortem) ayuda a sacar a la luz riesgos previsibles, como ser demasiado optimista con los plazos o intentar abarcar demasiadas cosas a la vez. En lugar de confiar en una visión idealizada del futuro, esta aproximación te pone en una posición más realista y te ayuda a ajustar tu plan para evitar tropezar con problemas evidentes mucho antes de que ocurran.
Pero no todo en la planificación tiene que ver con proyectar escenarios de éxito o fracaso. La IA también puede convertir tus objetivos en sistemas continuos de trabajo. En vez de pensar en hitos abstractos del tipo "quiero lograr X para final de año", puede ayudarte a definir rutinas y estructuras diarias o semanales que, si se mantienen, incrementan las probabilidades de alcanzar esas metas. Esto transforma la planificación de un ritual ocasional en una conversación viva que evoluciona con el tiempo y se adapta a cambios inesperados, como reuniones imprevistas o nuevas oportunidades que surgen a lo largo del año.
Al final, la verdad es que la IA no te va a dar disciplina por arte de magia ni te va a hacer cumplir tus objetivos por ti. Lo que sí hace, si la usas bien, es reflejarte de forma clara y sin paños calientes quién eres realmente y qué haces con tu tiempo. Es casi como tener enfrente un colega honesto que te cuenta la cruda realidad en lugar de decirte solo lo que quieres oír.
Y en un mundo donde nos cuesta tanto priorizar y mantener el rumbo, ese simple ejercicio de poner tus intenciones frente a tus acciones puede ser lo que marque la diferencia entre un año bonito en papel y uno que realmente funcione en la práctica.
Foto de Vitaly Gariev en Unsplash
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