El té matcha en crisis: el oro verde de Japón ha pasado de ser un símbolo zen a un capricho con espuma que no da para todos

¿Qué sucede cuando el matcha latte se vuelve una bebida mainstream?

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Noemí Valle

Editor

Si hay un color que invade todas las fotos de Instagram, ese es el verde matcha. Ese tono eléctrico no solo parece ser perfecto para subir un post a redes, delicadamente colocado dentro de un recipiente transparente en su versión take-away, sino que este polvillo de origen japonés también está arrasando en las cafeterías en España. Ya no es patrimonio de las amantes del estilo healthy, ahora en tu grupo de amigas, cuando os sentáis en una terraza la mitad ya no quieren café y se piden su matcha latte, siempre con leche vegetal. Estamos en otra onda.

El universo minfulness y la fuerza de lo aesthetic. Además de la creciente obsesión por lo orgánico, las propiedades beneficiosas que se han atribuido a esta bebida son una de las claras razones de su éxito. Queda super cute para una foto, pero tu microbiota es la que más te lo agradece. El problema está en que el matcha se ha globalizado y ha dejado de ser patrimonio exclusivo japonés, ahora te lo sirven hasta en la cafetería de tu barrio y la demanda está empezando a sobrepasar la producción.

Del templo al take away. Kioto es la capital del matcha y aunque esta bebida nace de la mano de los monjes budistas en China en el siglo X, fue en Japón donde se convirtió en un símbolo cultural. Ahora puedes pedirte un matcha hasta en el bar de tu pueblo. En consecuencia, la tradición de esta bebida está en la cuerda floja, algo que junto con el arancel del 24% que Estados Unidos ha impuesto a Japón que ya está en vigor desde hace dos días, nos viene a dejar clara una cosa: puede que más pronto que tarde tu matcha sea solo agua verde.

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¿Matcha auténtico o leche tintada de verde? Cuando pedimos nuestro matcha latte en una cafetería de especialidad no esperamos un poco de agua caliente coloreada de verde, pero esto podría empezar a ser una realidad. Las hojas tiernas de tencha, que son esenciales para hacer el matcha auténtico, solo se cosechan en los primeros días de la primavera japonesa. Hay un límite físico que pone en amenaza nuestra bebida favorita en tono pastel y, como explica Silvia Mella, la fundadora de Sorate, una de las casas de té más emblemáticas de Nueva York: "detrás del matcha hay un proceso ancestral que no se puede industrializar de la noche a la mañana."

Japón se ha quedado sin matcha. El fenómeno de masas es lo que ha puesto en jaque a la bebida verde. Ya no está exclusivamente reservado para ocasiones solemnes como ceremonias del té o prácticas meditativas. No es nicho, ahora trasciende más allá de las fronteras de Japón y lo vemos por todas partes: en mascarillas faciales, smoothies y hasta en brownies. Mientras todo se inunda de matcha a Japón le es imposible abastecer al mercado global y al consumo interno al mismo tiempo. Es una realidad, las plantaciones, en su mayoría gestionadas por pequeñas familias agricultoras japonesas, están desbordadas.

Matcha impostor a precios de lujo. La creciente demanda de este producto ha alcanzado un punto crítico en su producción y no tiene pinta de que los amantes de esta bebida vayan a renunciar a ella. A raíz de esto, podría incrementarse una corriente de matcha de segunda, la pesadilla gourmet de los japoneses. Una bebida verde cuya producción ya nada tendrá que ver con sus orígenes y que lejos de convertirse en una opción más low cost se vendería a los precios vertiginosos de siempre o incluso más altos.

Fotos | Bynamnamnam en Pexels, Olena Bohovyk en Pexels

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