¿De verdad tenemos que dividirnos entre las que quieren ser madres y las que no?

¿De verdad tenemos que dividirnos entre las que quieren ser madres y las que no?

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¿De verdad tenemos que dividirnos entre las que quieren ser madres y las que no?

El eterno debate sobre ser o no ser madre. Es debate de siempre, vamos. Un debate interesante, sin duda. Ya sabes, lo bueno de los debates es conocer opiniones ajenas, argumentar, aprender del otro porque eso, se supone, nos enriquece. Pero un debate deja de ser un debate y se convierte en una guerra en el momento en el que el respeto de los oponentes desaparece. Y esa eterna batalla entre las madres y las no madres es algo que se nos ha ido de las manos.

Yo tengo 34 años y hasta ahora lo de ser madre ni se me había pasado por la cabeza. No me apetece vivir el embarazo, no quiero dejar “mi semilla” en este mundo que cada día va a peor, y no me hace ilusión sacrificar la vida que tengo. Al menos de momento. Eso sí, vete a saber qué voy a pensar de aquí a unos años.

Sin embargo yo respeto a las madres y lo cierto es que últimamente no recibo el mismo trato respetuoso hacia mí por parte de algunas de las madres. No paro de oír “no sabes lo que te pierdes”, “¿cómo es posible que no te apetezca?”, “Ya te llegará el momento” o, la frase que más me saca de quicio: “Eso te pasa porque todavía no has encontrado a un hombre con el que te gustaría tener un hijo”.

La cosa más absurda que había escuchado hasta ahora es: “No querer ser madre por sacrificar tu libertad es un acto egoísta”.

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¿De veras que no nos damos cuenta de que dar a luz a un hijo es igual de egoísta que no hacerlo? Para mí es igual de egoísta querer tener tu propio hijo, el de su sangre y con tus genes, por encima de todo. Porque visto así, las únicas personas desinteresadas y altruistas son las que adoptan.

De todos modos, y sea la razón por la que sea que tomemos una decisión u otra, las madres (biológicas o adoptivas) y las no-madres nos merecemos el mismo respeto. Nos merecemos no tener que sufrir esa inútil y absurda guerra.

Fíjate, es tan fácil como estar contento con la vida que llevas sin compararte con las demás. Las mujeres sin hijos deberíamos dejar de criticar a las madres por adorar a sus bebés públicamente y por tener otras prioridades en la vida. Y las madres tendrían que dejar de meterse en nuestras vidas y (a veces) creerse superiores por haber tenido un crío.

Dejar de machacar y de machacarnos. Ese es- de nuevo- el gran objetivo. Dejar de dividirnos en madres y no-madres y ser mujeres. Mujeres que se respetan unas a otras, por encima de todo lo demás.

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