¿Por qué ahora los discos tienen tantas portadas distintas? Parece divertido pero es peor de lo que parece

Cada vez es más difícil estar al día de la cantidad de versiones alternativas que se publican de un mismo disco

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María Yuste

Editor Senior

Si me pararan por la calle y me preguntaran, a cambio de ganar un millón de euros, cuántas portadas tiene el nuevo disco de Taylor Swift o de Sabrina Carpenter, seguiría siendo pobre. Hasta hace poco, esta respuestas hubiera sido tan fácil como decir "solo una", en la gran mayoría de los casos. Sin embargo, ahora es imposible estar al día de cuántas versiones alternativas de un mismo disco se llegan a publicar. Pero, ¿por qué? y, sobre todo, ¿para qué? Si todavía no has caído en esta fiebre, piénsatelo dos veces.

De LA portada a elige la tuya propia (si puedes decidirte). Son, a la vez, un envoltorio y una pieza vital de la identidad y la estrategia de marketing de cualquier álbum. Sin embargo, la historia de la música también nos ha demostrado que una portada puede ser arte, provocación o incluso escandalizar hasta la censura. Cuentan historias, marcan épocas y hasta alguna que otra ha dado pie a leyendas urbanas... Probablemente, el mejor ejemplo de cómo una solo imagen puede conseguir marcar un antes y un después y convertirse en un icono cultural sea la de los Beatles cruzando el paso de cebra en Abbey Road. Sin embargo, ese poder parece diluirse en la era actual, donde lo importante es ver cuántas versiones puedes vender de un mismo álbum.

Las portadas son los nuevos cromos. Lady Gaga, Doja Cat, Cardi B o Florence + The Machine han multiplicado las portadas de sus últimos trabajos como si fueran cromos coleccionables. No obstante, la reina de esta tendencia es Taylor Swift, que llegó a sacar su último disco publicado ('The Tortured Poets Department') en 36 variantes distintas, mientras que su próximo trabajo ya acumula siete portadas diferentes a un mes de salir al mercado. El resultado: más ventas y más vinilos de un mismo disco en circulación pero, a la vez, menos impacto cultural del artwork de su trabajo.

El choque entre lo icónico y lo coleccionable, entre arte y marketing. El caso de Sabrina Carpenter es el ejemplo perfecto de la paradoja que este sistema crea. Su portada inicial de 'Man’s Best Friend' provocó encendidos debates y que corrieran ríos de tinta en los que se discutía si ocultaba un mensaje feminista o si, por el contrario, suponía un retroceso. Independientemente de cual fuera la respuesta, todo apuntaba a que nos encontrábamos ante un nuevo futuro clásico de portada polémica. Sin embargo, la fuerza de esa imagen se diluyó en cuanto lanzó un arsenal de versiones alternativas, convirtiendo lo que parecía un manifiesto en una estrategia de mercado.  

Comprar ocho copias del mismo álbum para acabar escuchándolo en streaming. La fiebre por coleccionar discos (repetidos) también refleja un cambio en cómo entendemos la música. Según un estudio de la Universidad de Glasgow, los fans más jóvenes de Taylor Swift ya no compran vinilos por el sonido sino para poder exhibirlos. De este modo, un 87 % de los encuestados de 18 a 24 años reconoció que el valor estaba en mostrar sus gustos más que en escucharlos. En esta misma línea, un 57 % de los participantes dijeron poseer varias copias del mismo álbum. Tantas como hasta ocho, en algunos caso. Mientras tanto, la mayoría admite acabar reproduciendo las canciones en streaming, mientras los discos se quedan en la estantería actuando de tótems identitarios. 

Los bolsillos de los fans no son lo único que se resiente. Este consumo masivo no solo tiene impacto en la cuenta corriente de quienes no pueden superar el FOMO de no tenerlos todos. Los vinilos están hechos de PVC, uno de los plásticos más tóxicos y difíciles de reciclar, por lo que la producción de tantas variantes multiplica el impacto ambiental. Algunos artistas, como Billie Eilish, han criticado abiertamente esta práctica, denunciando el derroche consumista que promueve. Y aunque ya existen alternativas sostenibles (desde vinilos con materiales renovables hasta ediciones en cartón con descarga digital), estas opciones apenas se están implementando.

¿Impacto cultural o montañas de plástico contaminante? Si algo demuestra este sistema es que los grandes nombres de la música siguen teniendo un público dispuesto a gastar sin límites en una industria que vive intentando conciliar lo digital con lo tangible. Así que, si Taylor Swift, que ha vendido más de un millón de disco solo en preventa de 'The Life of a Showgirl', quisiera optar por un formato más sostenible, el mercado se transformaría. Está claro que los artistas ni pueden ni son los responsables de detener la crisis climática, pero sí pueden elegir si su legado se medirá en impacto cultural o en montañas de plástico que tardarán miles de años en desaparecer.

Foto de portada | The Life of a Show Girl y Man's Best Friend

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