A veces creemos que los tatuajes ya no pueden sorprendernos. Por originales, por creativos, por ser una disciplina artística que no deja de evolucionar al ritmo de su popularidad. Por eso, hemos tenido que recurrir a un tatuaje que no lo es en realidad para encontrar una imagen que nos ha enamorado y que es arte con todas las letras. Un cuadro dentro de un tatuaje dentro de un cuadro. Sí, así de complejo y bello. Esta es la explicación:
El jardín de las delicias es una de las pinturas más conocidas de la historia. Obra del pintor holandés Jheronimus Bosch (el Bosco), podemos contemplarla en el madrileño Museo del Prado. Y, cuando vimos por primera vez esta imagen, creímos que una mujer había decidido tatuárselo en la espalda, dejándonos maravillados con el detalle, el color y la precisión del diseño.
La sorpresa llegó cuando descubrimos que el tatuaje es real, sí... pero la mujer no. Se trata de una pintura que representa precisamente eso: a una mujer tatuada con una de las pinturas más conocidas de la historia. La obra es de la artista polaca Agnieszka Nienartowicz, que reconoce que es una pintura rara y bella al mismo tiempo, y que pretende servir como puente para comprender a los artistas del pasado y para ser capaces de ver las grandes obras de arte de la historia como si fuéramos testigos del momento en el que fueron creadas.
Imágenes | Agnieszka Nienartowicz.
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