Aunque no lo parezca por su nombre, con László Krasznahorkai, España también se lleva un trocito del Nobel de Literatura 2025. A lo largo de su vida, el autor húngaro ha vivido en lugares tan diversos como Berlín, Mongolia, China, Japón o Nueva York. No obstante, fue un viaje por nuestro país donde quedó tan impresionado que acabó inspirando una de sus mejores novelas cortas: 'El último lobo'.
Concretamente, fue Extremadura el lugar que transformó al autor cuando lo visitó por primera vez. Según sus propias palabras: "Encontré algo muy importante: una relación entre la gente y la naturaleza que creía que estaba perdida tal como la vi aquí”. Todo empezó cuando fue elegido por la Fundación Ortega Muñoz (FOM) para participar en una iniciativa en la que invitaban a autores mundialmente célebres a pasar unos días en Extremadura para que se inspiraran en sus tierras y sus gentes. Y funcionó.
Krasznahorkai no sabe exactamente por qué pero después de aquella visita declaró que nunca volvió a ser el mismo hombre: "Quizás por la dehesa, quizás por la muerte del lobo o por los amigos que encontré, o quizás por todo". El autor conoció a fondo, principalmente, la sierra de San Pedro, guiado por un guardabosques.
No cuesta imaginar por qué aquel paisaje lo marcó. La Sierra de San Pedro cuenta con unos paisajes inigualables, que unidos a la riqueza y variedad de su flora y fauna, cautivan a cualquiera. Botánicos, senderistas, cazadores o simples curiosos: todos pueden encontrar aquí su razón para perderse entre encinas, alcornoques y cielos infinitos.
El territorio guarda también su propia memoria antigua: el mayor y mejor conservado conjunto de dólmenes de la Europa Occidental, declarados Bien de Interés Cultural. Entre estas piedras milenarias, iglesias como la de Rocamador o el barrio gótico de Valencia de Alcántara se crea un mapa que cubre naturaleza, historia y arte.
Pero más allá de los monumentos, lo que da alma a esta sierra son sus gentes. Entre fiestas populares, recetas contundentes y una hospitalidad sin prisas, cualquier visitante puede descubrir lo mismo que Krasznahorkai: un modo de vida que aún permanece enraizado con la tierra.
Para conocer la zona, la ruta puede comenzar en San Vicente de Alcántara, capital mundial del corcho, un material que une a la comarca con el bosque. Aunque, si el objetivo es ver vida salvaje, el observatorio de fauna Celestino Ramajo es una parada obligada: desde sus miradores es posible observar garzas, cigüeñas negras o, con algo de suerte, el vuelo majestuoso del águila imperial.
Además, durante el trayecto hacia Herreruela, los ciervos empiezan a asomar entre las encinas. Mientras que, en septiembre, con las primeras lluvias, llega la berrea: el momento en que los machos braman para marcar su territorio y luchar por las hembras. El choque de las cornamentas resuena entre los montes como un eco ancestral que recuerda que, aquí, la naturaleza sigue hablando en su propio idioma.
Fue durante aquellos días por estas tierras cuando el escritor escuchó la historia que acabaría dando forma a su relato: la del último lobo que habitó en la región, abatido años atrás en la misma Sierra de San Pedro. A Krasznahorkai le conmovió tanto la manera en que los lugareños narraban aquella pérdida que convirtió esa anécdota en una meditación sobre la extinción, la soledad y la memoria. En 'El último lobo', ese animal desaparecido se transforma en símbolo de una civilización que ha roto sus lazos con la naturaleza, pero también en un eco de belleza salvaje que se resiste a morir del todo.
Foto de portada | Hpschaefer y Diputación de Cáceres
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