Hace unas semanas hice una escapada a un rincón muy remoto y desconocido que me dejó totalmente cautivada. No es fácil llegar, solo se puede hacer en barco, pero merece la pena todo el trayecto. Se trata de Caleta del Sebo, un pueblito pescador en la isla de La Graciosa, al que se llega cogiendo un ferry desde Órzola en Lanzarote. Y, desde que pones un pie en él, la tranquilidad y la desconexión lo invaden todo.

El viaje en ferry es la bienvenida perfecta, cruzando el Atlántico con los acantilados de Famara a un lado y Caleta del Sebo al otro. Nada más desembarcar ya te das cuenta de que aquí el ritmo de vida es otro y no se altera por nada. Una localidad totalmente blanca donde las fachadas encaladas y la arena son las absolutas protagonistas. Sin asfalto, sin calles ni semáforos: todo está construido sobre la propia playa.

No hay coches de alquiler y tampoco asfalto, así que los únicos vehículos que verás en Caleta del Sebo son los coches todoterreno de los vecinos que viven allí. Tu única alternativa es moverte a pie o en bicicleta, un detalle que te permite descubrir a fondo todos los rincones encantadores de este precioso pueblo blanco, pararte a disfrutarlos y empaparte de su esencia marinera.

En este pueblo no hay grandes monumentos ni nada destacado que ver. El placer está en perderse y descubrir sus callejones que desembocan directamente en el mar, su iglesia coqueta con un campanario blanco, sus curiosas farolas tan particulares de La Graciosa o su muellito, la única zona asfaltada del pueblo, que se mantiene peatonal y tiene un par de restaurantes de comida canaria muy auténticos.

Aunque hay varios restaurantes tradicionales, mi recomendación es ir a Rosa's la lía, donde encontrarás comida clásica con un twist que está exquisita. También hay un par de tienditas donde comprar comida, una sucursal bancaria y una pequeña farmacia. Por lo demás, solo te queda disfrutar del sol, del buen tiempo y de la playa.

La propia playa del pueblo es ya maravillosa, con arena fina y un agua turquesa paradisiaca. Además, tendrás visita de los gatitos callejeros que pululan por la localidad, todos muy mimados, sociables y felices. En la misma playa hay un bar restaurante llamado El Veril, ideal para tomarte una cervecita después del baño mirando el mar.
A Caleta del Sebo se va a desconectar, descansar y disfrutar de la vida despacito en un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. Sin embargo, si sientes que se te queda pequeño y te gustan las caminatas, hay una ruta que sale del pueblo y recorre extensas playas preciosas como la Playa del Salado o Playa Francesa hasta llegar a la Playa de la Montaña Amarilla. Una hora de camino entre dunas con vistas a Lanzarote y al mar, incluyendo parones para un chapuzón.

Eso es si caminas hacia el sur. Si caminas hacia el norte el recorrido es más escarpado, por acantilados, y termina en el desconocido pueblo de Pedro Barba, un lugar todavía más recóndito al que ni siquiera los ferrys llegan. Y merece mucho la pena pasar a visitarlo, es precioso.
Fotos | @joseassima, @pepatatas.
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