La inteligencia emocional no es un concepto nuevo aunque ahora parezca que se ha puesto de moda. El psicólogo Daniel Goleman la popularizó en los noventa con su libro ‘Inteligencia emocional’, pero ahora hemos entendido por fin que la necesitamos para construir relaciones más saludables, y que es una de las habilidades más valoradas y buscadas a día de hoy en el trabajo.
Lo malo es que las características que la componen, como la empatía o la autoconciencia, son difíciles de medir. Lo bueno es que para mejorarla no necesitamos medirla, solo prestar más atención a la forma en que hablamos en el trabajo. Según explicaba a la CNBC Juliette Han, neurocientífica formada en Harvard, “cualquier cosa que puedas decir que demuestre empatía, curiosidad, paciencia o autoconciencia indica una alta inteligencia emocional”. Estas cuatro frases son un ejemplo.
“Lo siento”
Creemos que disculparnos con otros en el trabajo nos hará parecer débiles, pero todas las relaciones sanas tienen espacio para la disculpa, que es un signo de empatía en sí mismo. María Esclapez, psicóloga, explica en su libro ‘Me quiero, te quiero’ que “siempre que la otra persona se sienta molesta, independientemente de si consideráis que la otra persona tiene razón o no”, es necesario pedir perdón. También en el trabajo.
“Aprecio tu esfuerzo”
Según explica Han en la CNBC, “la gratitud no debería ser condicional, y las personas emocionalmente inteligentes lo entienden bien”. Es decir, reconocer el buen trabajo de otra persona, especialmente si no has participado de forma activa o si no te has beneficiado de ese esfuerzo, demuestra a la otra persona que valoras su trabajo y que eres “compasivo y empático” en palabras de Han.

“Necesito un tiempo para procesarlo”
“Esta frase demuestra autoconciencia y un claro intento de regular tus emociones de forma saludable antes de que la conversación se vuelva improductiva o acalorada”, explica Han. Y es que una persona con inteligencia emocional es consciente de sus emociones y no deja que estas le dominen. “Se trata de comprenderlas y comunicar esos pensamientos y sentimientos con mayor eficacia, una habilidad que puede facilitar el trabajo de todos”, asegura la neurocientífica. Es mejor avisar de que necesitas un tiempo para procesar un conflicto y luego retomarlo cuando has calmado las emociones, que dejarte llevar por ellas.
“Dime qué piensas al respecto”
Además de interpretar sus propias emociones y autorregularse, una persona con una gran inteligencia emocional es capaz de ver y valorar las emociones de quienes le rodean, también en el trabajo. Eso no significa que den por sentado cómo se siente otra persona, al contrario, “valoran el derecho de la persona a reconocer sus emociones en sus propios términos y le dan espacio para hacerlo”, como explica Hans. Lo que hacen es ofrecer su apoyo y demostrar que “están dispuestos a escuchar esos pensamientos y sentimientos cuando la otra persona esté dispuesta a compartirlos”.
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