El psicoanalista Gabriel Rolón, autor de numerosos libros sobre inteligencia emocional como ‘El duelo’ o ‘La felicidad’, nos regalaba en una de sus entrevistas una reflexión que resuena aún en nuestra cabeza: “Uno no se enamora de cualquiera. Tú no te enamoras de cualquier persona. Te enamoras de alguien que tiene un rasgo que ya vienes amando desde siempre”, asegura. Puede sonar romántico, pero también puede ser la razón por la que siempre te enamoras de quien no debes, de quien te hace sufrir, de quien te provoca dolor.
Lo que analiza el experto es el motivo por el que caemos en muchas ocasiones en relaciones que no son las mejores para nosotros y tiene mucho que ver con nuestro aprendizaje. “A amar se aprende. Uno no nace sabiendo amar. El amor es un aprendizaje como todo lo humano”, explica. Aprendes a amar desde pequeño, mirando y observando a tu alrededor, viendo cómo se aman sus padres o cómo son las relaciones que tienen con otras personas. Pone un ejemplo: un niño ve que su padre es indiferente con su madre, ella llora porque se siente sola pero están juntos. A lo mejor ese niño empieza a creer que el amor, la indiferencia, el maltrato o el sufrimiento, son parte del amor.
Amamos como aprendimos a amar
Ese niño aprendió a amar así y explica que ahora “cuando busco en alguien el rasgo que necesito para enamorarme lo encuentro ahí”, en personas que me hacen sufrir a ese niño o niña, como sufrió su madre, o tratando con indiferencia a su pareja como hizo su padre, porque es la interpretación del amor que aprendió. “Elijo aquello que se grabó en mí como que eso era el amor”, afirma, haciendo alusión a la teoría del apego de John Bowlby.
Según dicha teoría, el vínculo con el que crecemos y que mantenemos con nuestros cuidadores durante la infancia, influye profundamente en cómo establecemos relaciones cuando somos adultos. Por ejemplo, si tuvimos cuidadores inconsistentes que en ocasiones estaban ausentes y otras presentes, es posible que hayamos desarrollado un apego ansioso. Por eso, tenemos miedo al abandono y la soledad, además de una necesidad constante de cercanía en las relaciones de pareja.
“¿Por qué te enamoran este tipo de personas que siempre te hacen daño? ¿Aprendiste a amar así? ¿Qué te pasa en tu autoestima que no crees que eres merecedor o merecedora de alguien que te trate bien, de alguien que te ponga en un lugar de privilegio, de alguien a quien le importes? ¿Por qué siempre crees merecer a esa persona que te va a dañar?”, se preguntaba. El problema es que aprendiendo amar como lo hiciste, ahora “no te sientes con la capacidad y el derecho de ocupar un lugar respetable, un lugar de placer, un lugar de sueños compartidos”.
La buena noticia es que ese apego que tenemos y que nos impulsa a elegir de una u otra forma, puede cambiarse y cuidarse con ayuda psicológica. Solo tenemos que identificar que nos ocurre algo que nos pesa desde niños y desaprender a amar como lo hicimos para aprender a amar bien.
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