La ciencia descubre por qué los adolescentes tienen ese olor corporal tan fuerte

Esta es la explicación química que expone la razón por la que los adolescentes huelen peor que el resto

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La composición química de los cuerpos va variando según la etapa vital de los mismos. Este dato es esencial a la hora de indagar en por qué se tiende por lo general a oler peor durante la adolescencia que durante otros ciclos de la vida. Y es que aunque tendamos a relacionar esta cuestión con una falta de higiene, la química tiene una explicación que va mucho más allá.

La adolescencia trae consigo un estallido de vivencias y sensaciones nuevas tanto con uno mismo como con el entorno. Todo se inunda de primeras veces, contradicciones emocionales y una paulatina construcción de la identidad sin un rumbo exacto, dudando de todo, inevitablemente, dando pie a esa fragilidad psicológica que tanto caracteriza dichos años.

Y es que por si no fuera poco la avalancha de cuestiones vitales que se nos viene encima al llegar a la adolescencia aunada con los cambios físicos y la revolución hormonal que se da en nuestro propio cuerpo, a todo esto hay que añadirle un pequeño handicap que se presenta en la gran mayoría: la presencia de un desagradable olor corporal.

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La ciencia no ha querido pasar por alto este detalle y ha indagado en busca de la razón por la que se tiende a manifestar un olor más fuerte en los adolescentes que en el resto. Para ello la Doctora Helene Loos junto con su equipo de la Universidad Erlangen-Nürnberg en Alemania han estudiado minuciosamente  el caso, comparando la composición química de muestras de olor corporal de bebés de entre cero a tres años y la de adolescentes de 14 a 18 años.

Tras dicha investigación el grupo de químicos dio con la respuesta a nuestra pregunta y es que la presencia de ese olor desagradable se debe a que existen unos niveles más altos de ácidos carboxílicos y de esteroides en los cuerpos de los adolescentes. Esto ocurre en consecuencia de un aumento de la actividad en las glándulas sebáceas y las glándulas sudoríparas asociadas con el folículo piloso, lo que favorece el aumento de dichos ácidos carboxílicos y esteroides que producen ese "mal olor" tan característico que nos recuerda al queso.

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