Cuando conoces a alguien y termina la conversación es posible que te haya venido a la cabeza esta pregunta “¿Le caigo bien? Quizá me ha odiado, no sé”. Gustar a los demás es casi instintivo. Somos seres sociales. Nos gusta gustar. Sin embargo, a pesar de haber percibido una conexión o simplemente de haberlo pasado bien con otra persona, en ocasiones surge la duda. ¿Será mutuo? ¿Le habré caído bien?
Me pasó en mi último viaje, cuando conocí a una amiga de mi mejor amiga. Hablamos. Las señales, su comportamiento, sus gestos, todo parecía indicar que le había caído bien pero cuando volvimos a casa empecé a dudar. “Seguro que ha pensado que soy una pesada”. Comencé a repasar la conversación en busca de datos que reafirmaran esa sensación. Busqué en mi cabeza. Muchísimo. Me generó tal inseguridad que hasta mi ansiedad aumentó. Al día siguiente tenía un mensaje de la chica en mi Instagram que me decía “Tía, me flipó conocerte, ojalá haberlo hecho antes”.
Nos pasa a mucha más gente. Según esta serie de estudios, nos cuestionamos el nivel de agrado de una interacción y en la mayoría de casos, a nuestros interlocutores les gustamos más de lo que pensamos. La brecha del agrado es la culpable.
Qué es la brecha del agrado
Según la psicología, la brecha del agrado o liking gap en inglés, es la desconexión entre la impresión que creemos dar y la impresión que realmente damos. Las personas tienden a subestimarse tras interactuar con una persona, y este tipo de sesgo cognitivo puede dificultar el establecimiento de nuevas relaciones interpersonales.
El motivo por el que puede dificultar estas, según el estudio mencionado anteriormente, es en parte porque somos nuestro peores críticos, y la autoconversación negativa que mantenemos con nosotras mismas es un problema. Los psicólogos indican que tiene sentido que las personas subestimen lo que a la gente le gusta de nosotros con alguien nuevo porque esa voz autocrítica es necesaria “para evitar que nos enfademos y digamos cosas inapropiadas. Pero como demuestra la brecha del agrado, esa voz no es tan pequeña y tendemos a ser demasiado críticos con nosotros mismos".
También pasa que en esas primeras conversaciones, las personas no revelan sus verdaderos sentimientos porque se sienten vulnerables al rechazo social. Además, los investigadores del estudio aseguran que “el autoanálisis conversacional y el pensamiento excesivo pueden llevar a sentimientos de incertidumbre e incomodidad”. Nos preocupa tanto caer bien que no nos centramos en la conversación en sí.
La brecha del agrado también impacta a nivel laboral según este estudio en el que los participantes subestimaban regularmente cuánto agradaban a las personas de sus equipos. Y eso tuvo un efecto: eran menos propensos a hacer comentarios honestos con ellos y les costaba pedir ayuda y consejo, lo que dificultaba sus relaciones laborales.
Cómo vencer la brecha del agrado
Haciendo caso a la psicología y a la profecía autocumplida, esta investigación encontró que si crees que agradarás a alguien que conoces, normalmente le agradarás. Las personas que esperaban ser aceptadas eran percibidas como más agradables por una sencilla razón, y es que se mostraban más naturales y auténticas.
Pero hay más que puedes tener en cuenta. Según los expertos, tus interlocutores suelen estar más preocupados por sí mismos durante las conversaciones y las cosas que la gente dice haber hecho mal rara vez son mencionadas por la otra persona. Es decir, ese miedo a meter la pata se vuelve irracional si la otra persona no se da cuenta de que has cometido o no un error.
Para vencer esa brecha del agrado lo que tenemos que hacer es centrarnos en la conversación y no en lo siguiente que vamos a decir y en cómo queremos sonar. ¿Qué tiene que decirte la otra persona? La escucha es la herramienta más poderosa. Piensa en esto: es bueno ser interesante, pero es mejor estar interesado.
Fotos | Carrie Pilby
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