11 frases que la gente profundamente infeliz usa habitualmente

Conocerlas es el primer paso para intentar salir del bucle de pesimismo según la psicología

Frases Que La Gente Profundamente Infeliz Usa Habitualmente
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Anabel Palomares

Editor

El filósofo valenciano Juan Luis Vives decía que “No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras”. Lo que decimos, revela mucho más de lo que parece y permite que otros vean nuestra realidad aunque no pretendamos contarla. Con esto en mente, ¿sería posible saber si alguien es profundamente infeliz sin que nos lo diga? La respuesta es sí, y estas frases son un ejemplo claro de ello.

"Todo me pasa a mí"

Podríamos decir que compararse con los demás es una tendencia natural y hasta necesaria. Buscamos referentes que nos sitúen en el mundo, pero las comparaciones son tremendamente peligrosas. Las investigaciones apuntan a que las comparaciones sociales negativas pueden hacernos sentir mayor estrés y ansiedad, y fomentar incluso que tomemos decisiones autodestructivas. El filósofo Søren Kierkegaard afirmaba que “la comparación puede conducir al hombre al desánimo total porque quien se compara debe admitir ante sí mismo que está detrás de muchos otros”. Cuando usamos la frase "todo me pasa a mí" lo que hacemos es justo eso, nos comparamos negativamente con otros.

Sentir que todo te pasa a ti no es realista, sino fruto de un sesgo cognitivo llamado “personalización” combinado con un sesgo de confirmación. El primero puede “afectar nuestra percepción de la realidad, nuestras decisiones y nuestras emociones”, como explican desde Psicoactiva. El segundo provoca que nuestra mente se centre solo en aquello que respalda la creencia de que todo le va mal, ignorando cualquier otra cosa.

“No tengo elección”

La frase de “no tengo elección” nos hace creer que estamos atrapados y refleja, psicológicamente hablando, un locus de control externo. Según Julian Rotter el “locus de control” es un rasgo de personalidad que hace referencia al lugar en el que un sujeto se ubica en función de obtener una recompensa. Existen dos tipos, interno y externo. Con el primero, creemos tener todo el control de lo que nos pasa, y con el externo creemos que son otras personas o las circunstancias las que dominan nuestra vida. Lo más habitual es oscilar entre uno y otro, pero hay estudios que señalan que cuanto más externo sea tu locus, menor será tu motivación y satisfacción vital.

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“Es lo que hay”

Existe una diferencia entre la aceptación y la resignación. En la aceptación asumimos que no todo está bajo nuestro control, algo psicológicamente muy saludable, pero con la resignación no ocurre lo mismo. A nivel psicológico, el concepto de resignación no es una respuesta adaptativa a la realidad sino un sometimiento ante lo que nos supera. Con la frase “es lo que hay”, podríamos estar reflejando que, antes incluso de empezar, que no podemos ganar. Nos mostramos derrotados mentalmente y tirando la toalla.

“Nunca me sale nada bien”

Nunca y siempre son palabras que generalizan y se alejan de la realidad. cuando las usamos como en la frase “nunca me sale nada bien”, estamos perpetuando lo que el psicólogo Martin Seligman llamó un estilo explicativo pesimista en su libro ‘Aprenda optimismo’. Tendemos a ver los eventos negativos como personales (Yo soy el problema), permanentes (Siempre será así) y globales (Esto arruina todo), reduciendo así nuestra motivación y perjudicando a nuestra salud mental. Aquellas personas que piensan de esta manera de una forma habitual, son más propensos a desarrollar indefensión aprendida y, posteriormente, depresión.

“Sabía que esto pasaría”

La frase "sabía que esto pasaría" refleja que la expectativa de fracaso se ha cumplido y muestra la confirmación de una visión negativa. Lo malo es que así comienza la llamada profecía autocumplida: una expectativa o creencia, positiva o negativa, influye en el comportamiento de una persona llevándola a la confirmación del presentimiento inicial. Es decir, las creencias y expectativas pueden dar forma a la realidad de una persona, como explican en la Universidad Europea. Ese pesimismo tratando de adivinar un futuro que aún no ha pasado, es una señal de insatisfacción e infelicidad.

“Yo soy así”

La psicóloga María Esclapez compartió en sus redes sociales una reflexión: ‘Del yo soy así también se sale’. Es la excusa perfecta para no hacerse cargo y representa lo que la psicóloga Carol Dweck llama mentalidad fija. Cuando las habilidades y los comportamientos se consideran inamovibles, los fracasos son un veredicto sobre la identidad misma, en lugar de un feedback para nuestro desarrollo personal. Por eso los fracasos hacen más mella y atacan a la autoestima si tenemos una mentalidad fija y eso resulta en un menor bienestar con nosotros mismos y nuestra vida.

“¿Por qué siempre me pasa esto?”

Esta frase es algo que las personas con mentalidad de víctima repiten a menudo. Cuando adoptamos un guión de víctima, nuestra autonomía personal se erosiona y los vínculos sociales que escuchan se agotan. Con el tiempo, puede producirse un aislamiento que empeore nuestro estado de ánimo.

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“Es demasiado tarde para mí”

Las investigaciones han demostrado que el pensamiento negativo puede conducir a un mayor riesgo de problemas de salud mental, como depresión y ansiedad. Una negatividad constante eleva el cortisol y capacita a los circuitos neuronales para detectar más quejas, lo que termina creando un círculo vicioso de estrés y mal humor. Esta frase implica una negatividad que nos hace creer que nuestro tiempo ha terminado. La idea de que es demasiado tarde para hacer algo nos hace sentir que estamos atrapados y elimina cualquier posibilidad de esperanza, crecimiento o cambio.

“Ya no me importa”

En este caso la frase depende del contexto. Por ejemplo, si estuvieras diciéndolo sobre tu ex sería algo bueno (siempre que sea verdad), pero ese "ya no me importa" puede ser un mecanismo de defensa, una señal de desmotivación o el resultado del agotamiento emocional. Quieres parecer indiferente pero te has rendido emocionalmente.

“No puedo”

Según aseguraba Preston Ni en Psychology Today, la frase "No puedo" o "no soy capaz" forma parte de un discurso autodestructivo que define como “mensajes que nos enviamos a nosotros mismos que reducen nuestra confianza, disminuyen nuestro rendimiento, minimizan nuestro potencial y, en última instancia, sabotean nuestro éxito”. Nos hace creer que no somos suficiente buenos para conseguirlo, o que no podemos aprender cómo hacerlo, lo que genera de nuevo frustración y a la larga, infelicidad.

“No merezco cosas buenas”

Creer que las cosas buenas son un monopolio solo para algunos, se asocia a una baja autoestima y esta, a una baja autocompasión. Según el trabajo de la psicóloga Kristin D. Neff las personas con más autocompasión son más fuertes ante la ansiedad, la depresión y la vergüenza, y aquellas con niveles más bajos muestran menos resiliencia a las adversidades y un menor bienestar mental.

Las frases que repetimos una y otra vez, terminan convertidas en la única ruta que la mente conoce, llegando a alterar nuestra percepción del mundo según la teoría del encuadre o framing. Darnos cuenta de lo que decimos es el primer paso para escapar de esa infelicidad en la que nos mantienen, en ocasiones, nuestras palabras.

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