Para muchos, el champán es solo para brindar. En Navidad, en un cumpleaños, en una boda, cuando gana tu equipo de fútbol... es normal que de estar tan poco habituados a beberlo no tengamos mucha idea de cuándo, dónde y cómo servirlo. Pero no os preocupéis, que vamos a solucionar este asunto gracias a este pequeño especial sobre el protocolo del champán, parcialmente aplicable también a los cavas.
Aprenderemos qué champán encaja mejor con cada ocasión, qué tamaño de botella escoger, cómo enfriarla, cómo conservarla, cómo servirla en la mesa, cómo abrirla, en fin, todo. Hoy vamos a empezar por conocer las diferentes situaciones en las que podemos disfrutar un champán, y también a qué temperatura conviene servirlo.
El champán, mucho más que para un brindis
Efectivamente, no conviene encasillar al champán y al cava en su papel de espumoso perfecto para el brindis, ya que puede acompañar perfectamente nuestras comidas, postres y aperitivos. Os sorprendería lo bien que marida con según que platos.
Por ejemplo, el aperitivo es un buen momento para disfrutar de su afrutado burbujeo. Las opciones más sencillas en este caso son un Brut o incluso un Rosé, aunque hay quien se atreve con un Blanc de Blancs, elaborado con uva blanca. Un poco más descabellado es una cena completamente con champaña, pero puede ser una buena idea para una cena especial. El orden, en estos casos, es crucial: Brut, Blanc de Blancs, Blanc de Noirs o cuvée de prestige y un semiseco para los postres.
Para las cenas románticas, peticiones de mano y otras efemérides de pareja se antoja imprescindible un Millésime de algún año que tenga relevancia en la relación, como el año en que se conocieron, el de la boda... en fin, esas cosas, aunque claro, el milesimado de un vino es la excepción, y es probable que el año que se tenga en mente no sea objeto de una cuvée millésimée. En esos casos, podemos decantarnos por un rosé.
Grandes formatos
Hay quien considera que los grandes formatos, como el magnum, son sólo pura ostentación, pero aunque es cierto que a menudo se emplean para hacer alarde de poder económico, tienen su razón de ser en fiestas y reuniones con muchos invitados. En estos caso, más que varias botellas, es mejor recurrir a estos grandes formatos.
El magnum equivale a dos botellas, y de él se sirven 12 copas. Después encontramos el jéroboam, que duplica la capacidad del magnum con 3 litros, el equivalente a cuatro botellas y 24 copas. Por último, la más grande de todas las botellas de champán, el mathusalem, que alberga seis litros en su interior y es capaz de llenar nada menos que 48 copas.
La temperatura
Como no podía ser de otra manera, la temperatura juega un papel crucial dentro del protocolo del champán. No podemos pretender servirlo a cualquier temperatura y esperar que esté delicioso. Partimos de la base de que el champán se debe degustar a 8º en boca. Por debajo de esa temperatura perdemos burbujas y aromas, y por encima de ella, aumenta en exceso la espuma y se arruinan los aromas.
Así pues, ya sabemos a qué temperatura debemos de beberlo, pero ahora hay que tener en cuenta que lo normal es que el champán se caliente un poco en la copa antes de disfrutarlo, sobre todo en reuniones familiares en casa o en verano, así que en estos casos conviene servirlo dos o tres grados por debajo de la temperatura de degustación. Para controlar esta temperatura, nada como un termómetro de botella.
Luego está el problema de mantener la temperatura de la botella mientras damos cuenta de ella. La forma más elegante de hacerlo es con una cubitera, siempre que sepamos como prepararla. La técnica es sencilla: dos tercios de agua, hielo hasta diez centímetros del borde y listo, así la botella estará a la temperatura perfecta. También podemos usar la cubitera para enfriarla; necesitaremos unos 20 minutos si venía de la bodega (12ºC) y unas dos horas si partimos de temperatura ambiente. Un truco para acelerar el proceso es echar un poco de sal a la cubitera, pero lo que nunca debemos hacer es colocarla en el congelador, si eso, el estante inferior de la nevera.
Otra norma crucial del uso de la cubitera es que nunca dos botellas deben compartirla, o ninguna de las dos mantendrá la temperatura adecuada. Para más de una botella, debemos emplear una champanera, o simplemente guardar una en el frigorífico mientras acabamos la anterior. Tampoco se os ocurra poner la botella boca abajo en la cubitera una vez a vacía,
Ya por último, un par de casos particulares en los que el champán debe degustarse a una temperatura diferente. Por ejemplo, el Blanc de Blancs debe alcanzar los 8ºC una vez en la boca, por lo que se debe tomar a 6ºC. Los rosés, en cambio, deben servirse a 6-8ºC, siendo recomendable un poco más de temperatura si la cuvée es millésimée. Ya por último, los millésimés, Blancs de Noirs y cuvées de prestige se deben tratar como los grandes vinos que son, y servirse entre 10º y 12ºC.
Con este consejo final sobre la temperatura de servicio cerramos esta primera entrega del protocolo de champán. El próximo día conoceremos en detalle cómo abrir la botella correctamente, la técnica del sabrage y cómo elegir la copa adecuada.
Vía | G.H. MUMM En Trendencias Hombre | Aprende a servir el champagne como un experto con los Protocolos G.H. MUMM