En el corazón de la Fórmula 1, donde cada milisegundo cuenta y la innovación tecnológica es feroz, hay un detalle poco conocido que revela hasta qué punto los equipos cuidan su información más sensible: no son dueños de los neumáticos que utilizan en los Grandes Premios.
En cada carrera, al final de cada sesión, los equipos deben devolver todos los neumáticos a Pirelli, el único proveedor oficial de la categoría desde 2011. Esta medida no es meramente logística o contractual: responde a una necesidad crítica de mantener el secreto industrial y proteger la integridad competitiva del campeonato.
El espionaje técnico en la Fórmula 1 ha sido históricamente uno de los mayores temores entre las escuderías: los neumáticos, aunque a simple vista puedan parecer elementos estándar, contienen una enorme cantidad de información sobre el comportamiento del monoplaza.
El desgaste, la temperatura, la presión y hasta el patrón de marcas en la goma pueden revelar cómo un equipo gestiona su puesta a punto, su estilo de conducción y hasta sus estrategias aerodinámicas, por ello, permitir que un neumático usado llegue a las manos de un rival podría significar entregar, indirectamente, datos clave que afectarían el rendimiento en pista. Por eso, Pirelli se encarga de recolectarlas y analizarlas, garantizando que ninguna escudería acceda a las de otra.
Esta política de devolución obligatoria también permite a Pirelli monitorear y ajustar constantemente el desarrollo de los compuestos. Cada neumático se escanea, se pesa y se somete a pruebas después de su uso, lo que alimenta una base de datos crucial para el diseño de futuros neumáticos.
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El fabricante no solo busca optimizar el rendimiento y la seguridad, sino también anticiparse a los cambios técnicos del reglamento, como los que se esperan para 2026 con la introducción de nuevas especificaciones de chasis y unidades de potencia. Pirelli ya se encuentra en fases avanzadas de simulación y pruebas con prototipos para esa temporada, adaptándose a un nuevo panorama de eficiencia y sostenibilidad en la F1, como explican en Racecar Engineering.
Además, el manejo de los neumáticos está altamente regulado por la FIA: cada equipo tiene un número limitado de juegos por fin de semana y deben registrar el uso exacto de cada uno. Incluso, los sensores integrados en los neumáticos transmiten datos en tiempo real que pueden ser monitoreados tanto por la escudería como por la federación y Pirelli.
Esta transparencia controlada busca evitar ventajas indebidas y garantizar que ningún equipo manipule la información térmica o estructural para su beneficio exclusivo. Así, el hecho de que los equipos no posean sus neumáticos no es una simple curiosidad, sino un reflejo del nivel de sofisticación y vigilancia que impera en la Fórmula 1 moderna.
La protección de datos y secretos técnicos ha alcanzado tal relevancia que incluso una goma desgastada podría convertirse en una pieza de espionaje. En un entorno donde todo puede marcar la diferencia, ni siquiera el caucho usado escapa al control absoluto.
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