Después de días de silencio y descanso forzoso, la princesa Amalia de Holanda ha reaparecido como solo lo hacen las verdaderas herederas: con el brazo en cabestrillo, una sonrisa perfectamente medida y el respaldo literal de su padre, el rey Guillermo Alejandro. Nada como un pequeño drama ortopédico para recordarnos que en la realeza, hasta el dolor tiene protocolo.
Ha ocurrido en Amersfoort, en la ceremonia de presentación del nuevo estandarte del Regimiento de Húsares, donde la heredera —vestida de rojo con tocado beige y la dignidad intacta— apareció por sorpresa, ocho días después de haberse caído del caballo y fracturado el brazo izquierdo, según informó el UMC Utrecht, el hospital donde fue intervenida de urgencia.

Desde entonces, Amalia había permanecido en reposo palaciego en Huis ten Bosch, sin posado de verano y con un silencio mediático digno de reina madre. Ahora, en plena recuperación, padre e hija nos han regalado una escena encantadora: el rey ayudando delicadamente a la joven a caminar entre los uniformes y las espadas, con mirada atenta y brazo firme, como si el bastón de mando tuviera ahora forma de hombro paterno.
Cabe señalar que la heredera lució su cabestrillo con una naturalidad que ya quisieran muchas 'influencers' tras un esguince. Incluso se lo quitó brevemente para posar junto a su padre. Y así, entre galones, estandartes y un cabestrillo de alta costura, Amalia firmó su reaparición como solo saben hacerlo las futuras reinas.
Fotos | Gtres
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