Llevo ya unos días viendo en mi muro de Facebook el corto que comparto con vosotras a continuación: La súper Venus. Dos minutos y medio para hacernos reflexionar sobre hacia dónde van los cánones de belleza impuestos sobre todo a las mujeres (también a los hombres, eso que tampoco se nos olvide) desde hace años.
El cortometraje es una crítica a la perfección que se espera de las mujeres en nuestro tiempo, pero también al "todo vale" que se acepta para llegar a esos cánones de belleza, la mayoría de las veces imposibles y antinaturales. ¿Qué consecuencias tiene ese "te quito de aquí y te pongo allá" para el cuerpo de la mujer? Echadle un vistazo y comentamos.
Venus: la evolución del canon de belleza
Nota: A pesar de tratarse de una ficción, el final del vídeo es duro y puede herir la sensibilidad del espectador.
El tema de los cánones de belleza es algo que llevo estudiando desde hace tiempo: como licenciada en Historia del Arte os puedo asegurar que esos cánones han cambiado mucho en el tiempo, pero siempre ha habido un modelo físico al que aspirar. El problema parece ser que antes no había tanta presión social como actualmente para alcanzar esos ideales.
La Venus de Willendorff tenía las caderas anchas en un canto a la fertilidad. Las Afroditas y Venus de los griegos y romanos tenían formas redondeadas y proporcionadas matemáticamente. Las diosas del Renacimiento tenían la piel blanca y el pelo rubio y ondulado. Las Venus del Barroco tienen carnes mórbidas y sueltas.
Todas son diferentes, y todas igualmente bellas: sólo se necesita la sensibilidad en la mirada del espectador.
¿Qué ocurre con los ideales de nuestro tiempo?
Si volvemos la vista atrás nos daremos cuenta de que estas fluctuaciones en los cánones de belleza ocurren también, y de un modo acelerado, en nuestro tiempo. Entre los 60 y los 70 Twiggy nos trajo esa delgadez y estilo andróginos que no se había visto hasta la fecha. Sin embargo, los 80 y 90 nos trajeron a la voluptuosa Cindy Crawford y la época de las esposas-trofeo que tanto se llevó en Hollywood.
Entre los 90 y 2000 volvemos de nuevo a una delgadez, esta vez extrema en ocasiones, que reina en las pasarelas y en las calles. Y surge con más fuerza que nunca uno de los grandes males de la sociedad en lo que a estética se refiere: trastornos de la alimentación causados la mayoría de las veces por querer llegar a esos cánones de belleza inalcanzables.
Parece que en estos últimos años el concepto fit se va imponiendo al concepto skinny: se revaloriza la mujer con formas, con un cuerpo cuidado y trabajado en el gimnasio. En principio, fenomenal: esperemos que no se nos vaya de las manos.
¿Merece la pena cambiar para seguir los cánones de belleza?
Mentiríamos si obviáramos que en nuestra sociedad el físico cuenta bastante: ya vimos en este post que ser guapa y sexy te puede abrir muchas puertas. Los cánones de belleza actuales nos exigen ser altas y delgadas, pero también tener formas redondeadas y un buen busto. Los labios carnosos, los ojos grandes, el cabello suave... Puedo seguir con la lista de exigencias durante otro párrafo.
Pero ¿merece la pena cambiar para alcanzar estos estándares? Personalmente, creo que si podemos mejorar la versión de nosotras mismas sin poner en peligro nuestra salud (o incluso mejorándola), y siempre que lo hagamos por nosotras como primera razón, no hay problema en intentar mejorar.
Si cambias, hazlo por ti, no por lo que aquellos que dictan cuáles son las medidas correctas han decidido desde su sillón. ¿Quieres mejorar? Hazlo con cabeza: infórmate, lee, decide (tú, y no los demás) lo que es mejor para ti.
Sé razonable y conoce tus límites: yo nunca podré ser modelo de pasarela (¡hola, 1'58 metros de altura!), y no por eso voy a operarme para ser más alta (ni siquiera sé si eso puede hacerse). Pero puedo ser una mejor versión de mí misma cada día, estética y mentalmente.
No quieras ser como nadie: sé la mejor versión de ti misma.
Imágenes | Thinkstock y Victoria's Secret
Vídeo | Anthony Romero en Youtube
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