A pesar de que la Costa Brava se lleva toda la fama, viví casi una década en Cataluña y siempre preferí la costa de Tarragona. Supongo que es algo que va en gustos pero poco se habla de que, si prefieres las playas planas de arena a los acantilados y la piedra, probablemente te gusten más los baños que ofrece el sur de esta comunidad autónoma. Así que, si este es tu caso o tú también te has cansado de lo masificado que se pone Cadaqués y alrededores con el buen tiempo, vengo a descubrirte Altafulla.
Como un oasis entre el cinturón urbano de Barcelona y Tarragona y el turismo de masas de la Costa Dorada, se abre paso Altafulla. Dividida entre el mar y la montaña, es una villa bien conservada y respetuosa con su entorno protegido, y que cuenta con un clima suave y cálido. Siendo así, sus principales atractivos son su gente, la playa y el sol. Pero, también, la tranquilidad de su entorno natural.
Aunque Altafulla tiene un pasado romano relacionado con la fundación de Tarraco, es más famosa por su núcleo medieval amurallado: Vila Closa, que está declarado Bien Cultural de Interés Nacional. Su patrimonio histórico artístico lo constituyen un castillo medieval (fortaleza del año 1059), la iglesia de Sant Martí, algunos restos de murallas y la casa consistorial.
También merece la pena destacar la ermita de Sant Antoni y el barrio marinero Les Botigues de Mar, donde se construyeron alineados frente al mar, pequeños almacenes para los pescadores que ahora son viviendas. No obstante, resulta muy recomendable visitar la Vila Romana de Els Munts, que forma parte del conjunto arqueológico de la Tarraco Romana, declarada Patrimonio de la Humanidad.
De este modo, Altafulla es un destino con personalidad propia dentro de la Costa Dorada y del Mediterráneo. Es un pueblo marinero lleno de cientos de años de una historia que continuó más allá del perímetro medieval del recinto amurallado que rodeaba el castillo de Altafulla. Este fue superado con el crecimiento urbanístico de los siglos XVII y XVIII, cuando el pueblo se expandió hacia el mar.
Mirando hacia el mar, en el actual barrio marítimo, las calles ya no están marcadas por la pendiente y son ya más anchas, paralelas a la Vía Augusta. Se trata de una villa rica y próspera con casas señoriales localizadas principalmente en el paseo de Botigues de Mar, que 'National Geographic' declara uno de los más bonitos de toda Cataluña.
Sin embargo, si hay algo por lo que es famosa la localidad es por sus leyendas sobre brujas que se cuenta que salían de sus casas en la Vila Closa por las noches para dirigirse a la playa, donde practicaban su rituales.
Son muchas las historias sobre brujería que la tradición oral ha preservado y que pueden conocerse en distintos lugares del pueblo, como la Plaza del Pou, la Vil·la dels Munts, la iglesia o la playa. De hecho, a finales de junio, todos los años se celebra la "Nit de Bruixes" con "correfocs", baile, talleres, rituales y hasta un mercado esotérico.
Foto de portada | Fèlix González
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